La tierra respira en tiempos de cuarentena

por Revista Hechos&Crónicas

Desde los inicios de la Revolución Industrial, la naturaleza ha estado a merced de la mano inmisericorde del ser humano, que explota los recursos naturales, se sirve de la creación de Dios y comercia con las riquezas de los suelos, sin reparar en la estela de caos que deja a su paso y, desde luego, sin dar gracias por todas las maravillas de las que puede disfrutar.

El rápido crecimiento de la economía y la evolución imparable de la industria ha provocado que, en poco más de doscientos años, el aire y el agua sean un privilegio y el futuro para nuestros hijos se vislumbre incierto. Cientos de especies animales están en peligro de extinción, los océanos son el vertedero de los grandes productores y los ríos parecen mantos negros, donde no vive ni crece nada, pues todo lo hemos matado.

La ira del Señor

Ahora, sin embargo, parece que la ira de Dios se ha desatado. Ningún hijo está exento de una buena reprimenda, si tiene un padre amoroso que lo corrija. Y es que el coronavirus llegó como un ciclón a nuestras vidas, se propagó por el mundo en cuestión de semanas, obligándonos a abandonar nuestras lujosas oficinas, los centros comerciales, los restaurantes de comida rápida, los parques de atracciones y la vida consumista que tanto disfrutábamos y por la cual trabajamos de lunes a lunes, sin apenas descanso.

En El Principito, obra cumbre de la literatura que fue escrita por Antoine de Saint-Exupéry, dice que “lo esencial es invisible a los ojos”; pero, esta reclusión que nos hemos visto obligados a cumplir por el bien común ha dejado caer un delgado velo de falsedades e ilusiones para hacernos entender, entre las cuatro paredes de nuestros hogares, que hay algo más importante y elemental que la vida vacía a la que nos hemos acostumbrado.

La crisis de la basura

En julio de 2019, un informe emitido por la organización británica Verisk Maplecroft, a propósito de la contaminación, impactó al mundo y puso en alerta incluso a los más escépticos. Tanto para expertos en la materia, como para ciudadanos de a pie, no hubo duda de que el nivel de desechos que producimos se ha acelerado en las últimas décadas, dando lugar a una creciente crisis de basura y contaminación, provocada en su mayor parte por el abuso del plástico en los productos de uso cotidiano.

Según cifras emitidas por la entidad, anualmente se producen alrededor de 2.100 millones de toneladas de desperdicios, los cuales podrían llenar alrededor de 800.000 mil piscinas olímpicas; y lo más trágico de ello es que tan solo el 16% de esa basura es reciclada. De hecho, es posible afirmar que, por más que los gobiernos inviertan en campañas de concientización, la realidad es que el ser humano se ha convertido en un cáncer para la naturaleza y no hay verdaderos deseos de hacer un uso responsable de las cosas.

Contaminación en cifras

En la actualidad, Estados Unidos es el país que más desechos produce por persona a nivel global, es decir, tres veces más que la media. Y, por si fuera poco, es una de las naciones con la menor capacidad de reciclaje. Por su parte, las mismas estadísticas, emitidas por la BBC de Londres, indican que Alemania es el país más eficiente y que, entre la larga lista de países con una mayor producción de basura se encuentran también Canadá y Holanda.

El daño que le hemos estado haciendo al planeta no es un juego. La contaminación, la lluvia ácida y la amenaza contra las especies no son una broma o parte de una campaña diseñada para vender tabloides. De hecho, los resultados de un estudio británico han arrojado que Estados Unidos produce el 12% de los desechos mundiales, es decir, 239 millones de toneladas de basura, si bien esta potencia tan solo cuenta con el 4% de la población global.

La realidad de Colombia

China e India tampoco se quedan atrás, ya que, juntas, estas naciones hacen un promedio de 27% de desperdicios anuales; pero, ¿qué hay de Colombia? Si estas potencias, con capacidad para implementar medidas orientadas a hacer un mejor uso de los desechos, son las más contaminantes del planeta, ¿con qué nos enfrentamos los colombianos?

De acuerdo con análisis realizados por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, la contaminación atmosférica en Colombia es uno de los problemas más preocupantes y de mayor impacto para la salud y el futuro del país. No hay que olvidar, además, que constituye el tercer factor generador de gastos sociales, después de los desastres naturales.

Para muestra, un botón. Basta con revisar el informe emitido por Greenpeace en 2019 para darnos cuenta de que Colombia ocupa el quinto lugar de países con más contaminación de América Latina. Con un promedio de 13,9 µg/m3, lidera la escala, seguido por Brasil, México, Chile y Perú, cuyo aire es mucho menos que saludable.

La naturaleza descansa

Ahora, durante estos días inciertos de cuarentena, encierro y austeridad autoimpuesta, nos estamos enfrentando con las consecuencias de nuestras acciones. Mientras el ser humano sufre y registra una tasa de mortalidad en alza, debido al coronavirus, la naturaleza respira, las aguas se limpian y las selvas de concreto han abierto sus calles al exotismo.

No todo son malas noticias en medio de esta crisis sin precedentes, ya que la calidad del aire ha mejorado significativamente en las zonas de cuarentena, según una revisión hecha por la Agencia Espacial Europea, la cual demostró en qué medida ha disminuido la contaminación desde el inicio del aislamiento preventivo en los países más afectados.

Los animales se dejan ver

Poco a poco, con la timidez de quienes han sido desplazados de su hábitat para dar paso a la industrialización y al asentamiento urbano, los animales se han atrevido a salir de sus escondrijos y a pasear por nuestras calles, con la libertad y la confianza de saber que los mayores enemigos de su forma de vida no están a la vista.

En Tailandia, los monos han salido a las principales avenidas; un ciervo fue visto en Sri Lanka; los gatos han recuperado las calles en varias ciudades paralizadas por la pandemia de Covid-19; en Ecuador y Chile, los buitres y los pumas han podido avistarse en autopistas y zonas céntricas; los patos salvajes caminan por París; los alces y los venados transitan por el metro de Japón; las gaviotas han invadido Perú y en las costas de Venezuela los pescadores han podido ver muy de cerca a los tiburones.

Tamandúes y zorros en Bogotá y Medellín

¿Y Colombia? La inactividad en las principales ciudades del país, la paralización de las fábricas y la precaria actividad vehicular han permitido que nuestra naturaleza respire. Las bahías de Cartagena y Santa Marta, que son algunos de los destinos más visitados anualmente, han vuelto a lucir aguas cristalinas y el aire de las grandes urbes, como Bogotá y Medellín, se ha purificado, dando pie a un descenso de los índices de contaminación.

Pero, eso no es todo, ya que uno de los fenómenos que más ha despertado el interés de los colombianos es que, por estos días, han aparecido animales silvestres en nuestras calles; de hecho, se han avistado zorros, murciélagos, zarigüeyas, comadrejas, tamandúas, iguanas e incluso osos hormigueros. Y, a nivel marítimo, los delfines se han dejado ver muy cerca de las playas de Cartagena y La Guajira, después de que el gobierno nacional dictaminara la restricción de actividades por parte de las embarcaciones.

Después del coronavirus

En plena jornada de aislamiento, y con una incertidumbre reinante, resulta lógico esperar con ansias que la crisis pase, que los enfermos se recuperen y la curva de contagios se aplane, de manera que esto nos permita regresar a nuestras vidas, trabajar nuevamente y darle el impulso necesario a una economía que se ha visto afectada por la pandemia.

Pero, más allá de los números, el dinero y las consecuencias financieras que el coronavirus podría dejar a su paso, también es indispensable pensar de qué manera vamos a mantener y mejorar este milagro que se ha producido en los ecosistemas. El planeta respira y nosotros tenemos la responsabilidad de contribuir con su preservación, porque del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan; porque él la afirmó sobre los mares, la estableció sobre los ríos. Salmos 24:1-2.

Por: Verushcka Herrera R. / Twitter: @vhrequeijo

Fotos: Archivo particular.

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