La culpa no es del pitillo

por Revista Hechos&Crónicas

Las campañas en contra del uso del pitillo (pajilla, sorbete, popote, etc.) van en aumento. Cada día se ven más personas que rechazan el utensilio y restaurantes que ni siquiera lo ofrecen. Es un estado de solidaridad permanente con el que la esperanza comienza a brillar.

Y no es para menos. De acuerdo con la corporación Fenalco Solidario, cada pitillo, que se fabrica en un minuto y es usado por un ciudadano para beber líquidos durante máximo una hora, tardaría mil años en descomponerse una vez desechado. Este sencillo utensilio posee una gran cantidad de polipropileno que genera una alta contaminación ambiental, pues es uno de los materiales más resistentes que existen.

“Cerca de 267 especies de animales se ven afectadas al año como consecuencia de la ingesta o por obstrucción de diferentes partes de su cuerpo por cuenta de estos elementos”, denunció la Corporación. Durante los 1.000 años que tarda el pitillo en descomponerse, se fragmenta en partículas microscópicas que terminan en los océanos por toneladas impactando a todos los ecosistemas. En caso de no ser así, este material plástico queda flotando en el mar y puede aglomerarse en la mitad del pacífico, entre Japón y California, movido por las corrientes marinas, lugar conocido como ‘Isla basura’.

“Para una buena parte de la sociedad actual, el pitillo sigue siendo un elemento muy utilizado sin que este suponga una necesidad de primer orden para la ingesta de alimentos. Es pura costumbre”, resalta el documento de Fenalco Solidario.

Pero el pitillo no es el único elemento de plástico contaminante y aunque dejar de usarlo es un gran aporte, no se puede pensar que si dejamos de usarlo salvaremos el planeta. Según cifras de las Naciones Unidas, “más de 100 mil especies mueren cada año por el plástico que contamina el mar y en unos 30 años, habrá más plástico que peces en el mar”.

Nuestros mares están muriendo y el plástico que usamos todos los días en bolsas y envases son los responsables de su agonía. Al estar compuestos por derivados de petróleo y otros químicos, demoran miles de años en desaparecer del planeta y mientras lo hacen, causan un desastre ecológico sin precedentes.

“Lo que ocurre es que se va descomponiendo, se va rompiendo en fragmentos cada vez más pequeños, lo que se llama micro plástico. Esto tiene unas consecuencias nefastas para la flora y la fauna de los océanos. Lo contamina todo, los peces que nosotros comemos, en prácticamente todos los océanos”, explica Javier Sierra, ambientalista de la ONG Sierra Club. La fauna marina, por ejemplo, no soporta más la presión. La ONU señala que el plástico mata un millón de aves y más de 100 mil especies cada año. En los vientres de estos animales se puede encontrar de todo: desde tapas de gaseosas y bolsas, hasta pitillos incrustados en sus fosas nasales. Las aves, los peces, delfines o tortugas, suelen confundir el plástico con comida o simplemente, pueden morir enredados y asfixiados. Un pescado contaminado con plástico podría estar en nuestro propio plato de comida.

El problema no es el pitillo, es el plástico, presente en gran cantidad de productos de uso “desechable”. En Europa, Francia ha prohibido el uso de platos, cubiertos o vasos de plástico, mientras que en España, se paga por el uso de bolsas. Lo que se busca es concientizar a la población de que pequeños cambios, como el reciclaje, pueden hacer la diferencia para la vida marina y la nuestra.

Los peces en el Pacífico ingieren anualmente hasta 24.000 toneladas de desechos plásticos. “Se hizo un muestreo de especies en comercios, en negocios, en el mercado, y se descubrió que el 70% de los peces tenía pequeños plásticos en sus tejidos internos. Estamos comiendo el plástico que hemos echado en los océanos” señala Milko Schvartzman, especialista en conservación marina. La ONU advierte que en 30 años, podría haber más plásticos que peces en los océanos y se calcula que ocho millones de toneladas de este material, en sus diversas formas, se vierten al mar cada año.

¿Qué hacer?

“La humanidad no es consciente realmente de la gravedad del problema. Tenemos en cuenta que el plástico es altamente útil, es muy barato y versátil, lo usamos para millones de cosas, entonces la gente se siente muy cómoda con ellos”, agrega Sierra. Ante la gravedad de la situación, Naciones Unidas logró que 193 países se comprometan a reducir la contaminación de los mares para el 2019.

Uno de los objetivos más importantes es dejar de usar los plásticos desechables, aunque en la práctica nos parezca difícil. Cambiar las bolsas plásticas por bolsas de tela es un buen comienzo que ha implementado nuestro país. Los vasos plásticos de las oficinas, por vasos o pocillos permanentes que se puedan lavar y reutilizar y optar por platos desechables de papel, que son biodegradables. Se trata de ser intencionales con los productos que utilizamos y rechazar tajantemente los plásticos de usar y botar.

“Hace falta mucha más acción por parte de los gobiernos latinoamericanos en este sentido, pero también se encuentra mucha resistencia de parte del consumidor. Tiene que ver mucho la educación del consumidor y por parte de los gobiernos, hay que predicar con el ejemplo”.

¿Qué dice la Biblia?

El daño que el plástico causa al planeta, y cómo esto influye en el ser humano, ha llegado a ser uno de los temas más populares en los últimos años. Génesis 1:26-28 dice que Dios creó al hombre y la mujer a su misma imagen y que les dio dominio sobre toda la tierra.

Probablemente una de las razones por las que Dios manda a cuidar de la tierra es por una ilustración de responsabilidad y mayordomía. Hemos de mostrar cuidado, compasión y responsabilidad en nuestra relación con la creación. En este sentido, podemos apreciar mejor la relación especial que Dios ha establecido con el hombre, creado a su misma imagen.

Foto: Flickr/Pimthida (Foto usada bajo una licencia Creative Commons)

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