Relato sobre la ansiedad

por Revista Hechos&Crónicas

La ansiedad es un tema creciente. La pandemia, el orden público y los diferentes peligros del mundo actual están empeorando la situación para muchas personas, y los cristianos no somos la excepción. Hablar de este tema puede servir para visibilizarlo y ayudarnos a enfrentarlo.

Hace unos días….

Andrea, una de mis mejores amigas me llamó llorando. Me pidió que fuera a recogerla porque algo le había sucedido. Era cerca de mi casa, así que no tuve problema en ir por ella. Estaba en el colegio de sus hijos y no la dejaban llevárselos si alguien no los acompañaba. No era maldad, es que la vieron tan nerviosa que no podían dejarla a cargo de los niños. Ella también sabía que necesitaba ayuda.

Cuando llegué, ella solo los abrazaba y lloraba. Los niños parecían contrariados, pero la abrazaban también tratando de calmarla. Mariana, la hija mayor, parecía entenderla: “tranquila mami,  estamos bien, no te preocupes”.

Recogí las maletas de los niños y las metí en el baúl de mi carro. Los animé a subirse y abracé a mi amiga. Por fin pudimos irnos a casa y allá, cuando todo estuvo más tranquilo, le pregunté: Andre, ¿qué pasó?

– No sé. Estaba comprando un café cerca al colegio. Sentí que se demoraban mucho en prepararlo y que iba a llegar tarde por los niños.

Empecé a pensar que alguien podría llevárselos, que cuando yo llegara no los iba a encontrar; me imaginaba una a una las cosas horribles que podrían pasarles si yo no estaba a tiempo. De un momento a otro sentí un vacío en el estómago que parecía doler y el corazón estaba a punto de escapar por mi boca. Las manos me sudaban, las piernas estaban rígidas y a la vez temblorosas. Sentí que perdía el control de mi cuerpo, me hormigueaba. El miedo a no poderme sostener se apoderó de mí… todo se puso negro, pero aun así corrí al colegio, timbré y entré llorando. Los papás que habían llegado primero me dejaron pasar, las profes me llevaron a una oficina y trajeron a mis hijos. No era hora de salida todavía, pero los dejaron salir. Ahí todo se calmó.

– Pero cuando yo llegué, todavía estabas llorando.

– Sentí pena. Estaba bien de tiempo, no sé por qué me puse así. Las profesoras estaban muy preocupadas, me sentaron un rato para que me calmara y me pidieron llamar a alguien que me pudiera acompañar. ¡Qué vergüenza con los otros papás y con los niños!

Esa tarde me quedé en casa de Andrea hasta que su esposo llegó. Fue una tarde en calma, tranquila, normal. Nos reímos como siempre, aunque ella no paraba de insistir en la vergüenza que sentía conmigo y con quienes presenciaron lo sucedido.  Estaba más tranquila y hasta bromeamos con lo que pasó.

Ella, los niños y yo nos divertimos, pero yo salí muy extrañada ante semejante ambigüedad. Como buena periodista, cuando llegué a mi casa decidí investigar y descubrí que lo que sintió Andrea fue un ataque de pánico por ansiedad.

Más común de lo que se cree

De acuerdo con un estudio reciente publicado por la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, cuatro de cada 100 personas sufren trastornos de ansiedad. Sin embargo, la OMS asegura que es una de cada seis.

Pensé en mis amigas, en mis compañeros de trabajo, en mi familia, en los grupos a los que pertenezco… ¿una de cada seis personas sufre de ansiedad?

Todos hemos sufrido ansiedad. “Es una reacción natural del cuerpo frente a situaciones de estrés”, asegura el portal médico Medline. La diferencia, según me explicó la psicóloga clínica Diana Hernández, está en que “la ansiedad, digamos, natural, debe desaparecer luego de la situación de estrés, como una presentación o un examen.

En muchas personas no solo no desaparece, sino que se da sin razón aparente, maximizando los posibles peligros y acompañada de una sensación de pérdida de control. Esto es lo que se conoce como ataques de ansiedad”.

Un tema espiritual

El ser humano es tripartito, compuesto por espíritu, alma y cuerpo, como lo declara 2 Tesalonicenses 5:23: Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser espíritu, alma y cuerpo irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Esta descripción nos da la pauta para mirar con detenimiento las áreas en las que debemos trabajar para poder enfrentar exitosamente los retos de la vida, tal como Dios lo requiere de nosotros para la extensión de su reino y para cumplir con nuestro propósito.

Es decir que, así como el espíritu puede apagarse y el cuerpo enfermarse, el alma (compuesta por mente, emociones y voluntad) también puede debilitarse.

Lo que ocurre es que, muchos cristianos, como mi amiga Andrea, sentimos vergüenza cuando pasamos por este tipo de situaciones. Es como si nuestra fe no fuera lo suficientemente sólida y fuerte porque nuestra mente está débil. Y sí, pero no.

“No podemos desconocer que la ansiedad es un tema de salud mental. No es un invento y aun teniendo aparentemente todo resuelto, cualquiera puede sufrirla. No es mentira, no es una manera de llamar la atención y tampoco es producto de estar desocupados. La ansiedad es real y hay que darle un tratamiento adecuado, pues sus causas pueden ser muy variadas. No se puede minimizar, pues cada 40 segundos se suicida una persona debido a una enfermedad mental,” asegura Hernández.

Sin embargo, la ansiedad también es un tema espiritual, pues comienza con pensamientos nocivos que no podemos controlar. La Biblia dice en 2 Corintios 10:5 que debemos llevar cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo… Es algo inmediato, no podemos dejar que crezca porque se convierte en una bola de nieve difícil de controlar y el enemigo lo sabe.

Para ser sanados de la ansiedad necesitamos trabajar en tener pensamientos saludables como lo dice Filipenses 4:8: consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio. Comprender las cosas por lo que son y no por lo que pensamos que son.

Para el pastor Andres Spyker, “la ansiedad proviene de una falta de valor ante Dios. Cuando tú no sabes cuánto vales para Dios, tu vida se llena de ansiedad, pero cuando tú entiendes que vales muchísimo para Dios, porque vales más que cualquier pájaro o animal, y si a ellos los alimenta, a ti te alimentará mejor, ya no tienes razón para sentir ansiedad. Debes creer que vales para Dios tanto como Salomón. Debes creer que Él es capaz de suplir todas tus necesidades físicas y materiales, pero también espirituales y emocionales. Tenemos un Dios que nos ama, es nuestro Padre Espiritual y somos valiosos para Él”.

No hay de qué avergonzarse

Una de las mayores preocupaciones de mi amiga Andrea, y de muchas personas en su situación, era sentir que su ansiedad era un tema del que debía avergonzarse. Era penoso que la vieran descontrolada o confesarle a alguien por lo que estaba pasando… y hasta sintió que era pecado porque parecía que le costaba confiar en Dios.

La realidad es que para muchos es un tema que no se puede controlar. La ansiedad es una enfermedad  y por eso no deben sentir vergüenza, pues esto solo revela que somos humanos. Cuando alguien tiene un dolor de muela no se le quita simplemente por dejar de pensar en él. Es verdad que Dios puede hacer milagros, pero Él también puso los especialistas en este mundo y les dio la sabiduría para dar el tratamiento correcto. Así como cuando hay un dolor de muela, lo mejor es visitar al odontólogo, igual ocurre con la ansiedad. Cuando sentimos que es algo que se sale de nuestras manos, es tiempo de buscar ayuda. Las consejerías son una excelente opción y de ser necesario, pueden ir de la mano con visitas a profesionales en salud mental. Lo importante es reconocer el problema, entregarlo a Dios y confiar en que Él nos dará la sabiduría para tratarlo de manera adecuada.

Lo que sí se debe hacer ante un tema de ansiedad es meditar cada instante en la Palabra de Dios, pues Él nos da aliento y nos ha dejado infinidad de citas para que comprendamos nuestro valor y descansemos en Él. Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Mateo 11:28.

Cuando la ansiedad amenaza con atacar tu mente, recurre a Dios. Recuerda que Jesús ya nos dio libertad y en Él todas las cosas están resueltas. Es un tema de confianza. Sin embargo, si sientes que la ansiedad te está sobrepasando, no dejes de buscar ayuda. Él te quiere libre y en paz.

Por: María Isabel Jaramillo – isabel.jaramillo@revistahyc.com

Foto: Uday Mittal  – Unsplash (Foto usada bajo Licencia Creative Commons)

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