El reino de Dios

por Revista Hechos&Crónicas

Sigue pendiente una pregunta atormentadora: ¿Dónde está el reino de Dios instaurado por Jesús? ¿En qué lugar se realiza?

Según su propio fundador, es imposible señalarlo con el dedo diciendo: «¡Mírenlo, allí está!» Más bien, por ser un reino espiritual se halla de modo incomprensible en medio de nosotros donde quiera que haya gentes de buena voluntad, abiertas al amor.

Orígenes quiso resumir el problema diciendo simplemente: «Jesús es el reino de Dios en persona». Interpretando al teólogo Alejandrino, vale decir: En el Rey se hace palpable lo que significa su Reino, por él vemos claro qué implican la divinidad de Dios y la esencia humana, porque en Jesús de Nazaret, como en nadie, son inseparables  causa y persona. Por eso, no se distingue su palabra de la de Dios: «Yo digo» y no «Esto dice el Señor», afirma con naturalidad, por la sencilla razón de que él mismo es el Señor. Y cuando Felipe lo insta a que le muestre al Padre, responde: «Quien me ha visto, ha visto al Padre».

Una esencialista teología del reino debería tomar en cuenta dos niveles, a saber:

  • Nivel celestial. El reino de los cielos está en ellos, pero Jesús nos enseñó a orar pidiendo al Padre: Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Mateo 6:10.

Limitarse al nivel celestial es inanidad religiosa. No se puede ser solo vitalista: hay que ser solucionista. Vitalismo es creer en Dios; solucionismo, hacer su voluntad.

  • Nivel terrenal. En la tierra como en el cielo. ¿Por qué medios? En el presente, de forma imperfecta, por la conducta social de los cristianos.

En el futuro escatológico, de forma perfecta, cuando el Rey de los reyes establezca la «nueva tierra» de que nos habla su Santa Palabra.

El prodigio mayor consiste en que a partir de Jesús todos los que creemos en él, los ciudadanos de su reino, somos hijos de Dios; solo nos diferencia que él lo es por naturaleza y nosotros por adopción.

Somos hijos por el Hijo, sin ser nietos, porque adquirimos igualdad de acceso al Padre, gracias a la gran puerta cósmica abierta de par en par por el Redentor, nuestro hermano. Él mismo es la Puerta; y la cerradura, propiamente la herida en su costado.

Por: Rev. Darío Silva–Silva. Fundador y presidente de Casa Sobre la Roca, Iglesia Cristiana Integral.

Foto: Jordan Wozniak – Unsplash (Foto usada bajo licencia Creative Commons)

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