Perdón entre sábanas

por María Isabel Jaramillo

Uno de los choques más grandes que hemos tenido mi esposo y yo cuando nos enfrentamos a eventos especializados en matrimonios (prédicas, libros, reuniones, etc.) es que generalmente se habla de cómo superar grandes crisis como infidelidades, separaciones o peleas muy fuertes. Sin ánimo de creernos superiores, nosotros estamos a punto de cumplir 16 años de un matrimonio hermoso, tranquilo, lleno de amor y respeto, así que muchos de estos eventos simplemente no nos cuadran y nos queda, de alguna manera, faltando algo.

No se trata de que jamás hayamos tenido problemas. Los hemos tenido, y muchos, pero talvez no a los niveles que algunas veces se predica. Uno de los choques más fuertes fue hace unos años, cuando asistimos a un retiro de parejas. El anfitrión hablaba de cómo los hombres pasan por encima de sus mujeres, las maltratan, menosprecian, les mienten, son infieles y, además, no trabajan hombro a hombro con ellas. En un momento de la reunión, mandó a los esposos a pedir perdón a las esposas por tanto dolor causado. Mi esposo y yo nos miramos en silencio por un momento y luego él me preguntó: “¿alguna vez te has sentido así?” A lo que yo respondí con total sinceridad un no rotundo y además le dije: “no tienes que pedirme perdón por estas cosas que jamás has hecho”.

Este momento nos dejó a ambos un sinsabor, pues nos sentimos fuera de lugar en esa reunión. Sin embargo, unos días después, durante un desacuerdo, mi esposo dijo algo que me hirió a lo que respondí: “por esto sí deberías pedirme perdón”. La  verdad la respuesta de ambos fue una gran carcajada, pero luego nos tomamos un momento para reflexionar. Tal vez no estamos atravesando una gran crisis por infidelidad o abandono, pero el matrimonio está lleno de momentos (a veces tan pequeños que no les damos importancia) en los que nos faltamos o herimos y si no le damos solución, la relación comienza a deteriorarse. La Biblia lo dice en Cantares 2:15: Atrapen a las zorras, a esas zorras pequeñas que arruinan nuestros viñedos, nuestros viñedos en flor.

Un matrimonio no se acaba en un día

Alguna vez escuché una reflexión sobre este tema, cuando uno de nuestros pastores comentaba sobre lo triste que es llegar al divorcio. Él dijo algo que me llegó al alma y que procuro tener en cuenta siempre: un matrimonio no se acaba en un día, comienza a deteriorarse de a poco cuando permitimos una respuesta poco amable, cuando dejamos de preocuparnos por el otro, cuando algo muy sencillo se queda sin resolver.

Por algo dice la Palabra, «Si se enojan, no pequen». No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol. Efesios 4:26. Esta es la realidad que nos queda a todos. La mayoría de los 16.000 divorcios* que se presentaron en Colombia durante 2020, (por no decir todos), comenzaron con algo pequeño a lo que no dieron solución. Pudo ser una respuesta grosera que terminó en un maltrato, una mirada a otra persona que resultó en infidelidad, un pensamiento que llevó a una acción indebida.

Todo tiene un comienzo y en el matrimonio especialmente, los problemas son como una bola de nieve que, si dejamos avanzar, se convierte en la avalancha que destruye nuestro hogar.

Así que, si hoy alguien se siente como nosotros, libre de aparentes problemas, que revise dos veces. Siempre hay algo en lo que debemos trabajar. Siempre hay algo que, si dejamos sin resolver, por pequeño que parezca, puede destruir nuestro matrimonio.

La importancia de perdonar cada día

Uno de los grandes errores que cometen las parejas es dejar la discusión sin resolver y luego simplemente reconciliarse entre las sábanas. Esto no está del todo mal, pues cuando los problemas se resuelven, la reconciliación puede ser muy agradable. Sin embargo, no podemos permitir que la intimidad sexual remplace la intimidad del corazón, que es muy importante en la pareja. La primera es consecuencia de la segunda, y no al revés. Por eso es importante sanar y restaurar cada situación, en oración, con la guía del Espíritu Santo, buscando ayuda de un líder o consejero si es necesario, apostando por fortalecer esa relación tan pura que Dios bendijo y actuando como dice Romanos 12:1.

Una de las cifras que más me impresionó cuando la leí, fue una publicada a principio de año por Notariado y Registro en Colombia, en la que asegura que los divorcios tuvieron una reducción del 32% en pleno año de la pandemia.

Quisiera pensar que ese 32% de parejas prefirió apostar a sanar su relación que a terminarla y que la cuarentena terminó por fortalecer esas uniones. Pero nada se va a fortalecer si no le damos la  importancia. Por eso debemos comprender que todos cometemos errores y estar dispuestos siempre a pedir perdón y a perdonar. Tomar la decisión de perdonar al otro, antes de que este sea siquiera consiente de su error, también puede salvar nuestra relación de la destrucción.

El perdón diario en el matrimonio restaura la relación de pareja, porque una relación sana que termina formando una vida entera, no se construye en un instante, sino cada día.

Siempre tendremos desacuerdos, inconvenientes, discusiones, errores. Lo importante es someterlos en el momento que llegan y no dejarlos avanzar. Cerrar la  puerta para que nuestro matrimonio no sufra y ser testimonio de Cristo primero en nuestro hogar, con la persona que tenemos al lado.

La Biblia dice algo que aplica para hombres y mujeres y que nos muestra la importancia del amor de esposos: Quien halla esposa halla la felicidad: muestras de su favor le ha dado el Señor. Proverbios 18:22. Por eso no podemos descuidar lo más bello que Dios nos ha dado, pues un matrimonio sano requiere un esfuerzo diario.

Por: María Isabel Jaramillo – isabel.jaramillo@revistahyc.com

Foto: Toa Heftiba – Unsplash (Foto usada bajo licencia Creative Commons)

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