Obsesionados con la productividad

por Revista Hechos&Crónicas

¿Siente que está trabajando más de la cuenta en el aislamiento o debido a la reactivación laboral? No se preocupe, Hechos&Crónicas investigó sobre el tema y le cuenta cómo impedir que su tranquilidad tambalee por causa del exceso de trabajo.

Una de las primeras recomendaciones del Gobierno Nacional en medio de la pandemia fue que las personas que pudieran, recurrieran al teletrabajo de manera indefinida. De igual forma, muchos emprendedores y trabajadores tuvieron que parar sus labores durante el aislamiento obligatorio y han tenido que reactivarse paulatinamente, lo que significa trabajar más para recuperarlo perdido. Sea cual sea el caso, la queja es la misma: estamos trabajando el doble. Incluso el triple. Muchas personas graciosamente cambiaron la palabra teletrabajo por “tripletrabajo”.

Es verdad que uno de los requisitos de muchas empresas es que los empleados trabajen bajo presión y estén disponibles 24 horas al día, siete días a la semana. Con mayor razón ahora que muchos continúan trabajando desde casa. Parece un gran atractivo, pero realmente es un punto de quiebre en las empresas, pues demuestra falta de organización e interés por los trabajadores.

Las responsabilidades laborales están sobrevaloradas. ¿Por qué? Porque nadie trabaja a gusto bajo presión. A pesar de aprender a manejarlo y de responder adecuadamente, nadie lo hace con total agrado. Nadie, por más comprometido y enamorado de su trabajo, disfruta que le sean arrebatados sus momentos de distracción o su tiempo en familia para cumplir con responsabilidades extra. Será por esto que solo 67% de los colombianos se siente feliz en su trabajo.

En esta época en que muchos estamos en casa, es imposible trabajar de corrido manteniendo el horario laboral, pues debemos hacer pausas para atender otras cosas que ocurren en el hogar. Si nos estamos reactivando, es normal que aparezcan nuevas actividades que requieren nuestra atención, después de esta larga pausa; sin embargo, debemos recordar que para todo hay un límite y que respetar nuestro horario de trabajo, así como el del deporte, la salud, la familia y el tiempo con Dios, es también un signo de obediencia.

No querer trabajar 24 horas no significa que no amemos nuestros trabajos o que no estemos comprometidos o no seamos lo suficientemente productivos, significa que tenemos más vida además de la laboral. Cada persona tiene una condición de vida diferente. Muchos, además del trabajo se encargan del cuidado de la casa y de la enseñanza de sus hijos que también está funcionando desde el hogar. En fin, las obligaciones son bastantes y el cansancio llega de manera inevitable.

Sin embargo, no todos los jefes comprenden esto y aparece el punto de quiebre entre el deseo de cumplir con ese trabajo que tanto amamos y el de disfrutar las demás áreas de la vida, más aún cuando alguien nos espera al terminar la jornada.

¡Estoy desesperada!

“Desde que comenzó la cuarentena he sentido que mi trabajo se triplica. Mis jefes y compañeros siempre me están llamando o escribiendo por mail o WhatsApp y se molestan si yo no respondo. Parece que todo es urgente y es como si necesitaran que les comprobara que estoy trabajando y no durmiendo hasta tarde. La realidad es que me levanto igual de temprano que antes, pero ahora me pego al computador todo el día y solo hago pequeñas pausas para ayudar a mis hijos con sus clases virtuales.

No tengo tiempo ni para cocinar, ni para las cosas de la casa, ni para nada ¡Me siento agotada! Antes, mi jornada laboral terminaba a las 4:00 pm, pero ahora debo responder hasta altas horas de la noche. Mis hijos viven furiosos conmigo por no prestarles más atención y yo también quisiera pasar más tiempo con ellos, pero no me es posible. Me siento agobiada ante tantas obligaciones”, cuenta Lucía Agudelo a Hechos&Crónicas.

¿Por qué se da el exceso de trabajo?

Como Lucía, muchas personas están atravesando una situación similar, se sienten desbordados en su carga laboral. Cualquier exceso en la vida es producto del desorden y de alterar las prioridades.

Nada funciona correctamente en un ambiente desordenado, pues, donde hay desorden, no hay espacio para Dios. No tiene nada de malo que trabaje, es más el trabajo es un mandato divino. 2 Tesalonicenses 3:10 dice: «El que no quiera trabajar, que tampoco coma». Lo que está mal es que su trabajo invada su vida personal y lo aleje de todo lo demás. Además, demuestra una gran falta de fe, demuestra que no le creo a Dios. Al pensar “si yo no trabajo, no como, si yo no cumplo mis labores, ¿quién más lo hará por mí?”, tiendo a confiar primero en mí mismo y a desconfiar de las promesas de Dios y de su provisión para cada uno de nosotros.

¿Qué hacer?

Lo primero es confiar mi vida a Cristo, entregándole el control. Recordando que el proveedor no soy yo, sino Dios. No se trata de volvernos vagos ni perezosos, sino trabajadores dignos y proveedores en el hogar no solo de dinero, sino de amor, protección y seguridad.

Sin embargo, si estoy siendo responsable, cumpliendo con mi trabajo con excelencia para Dios y aun así siento que me estoy desbordando, solo hay una solución: ¡Parar! Las cosas dadas por Dios tienen un orden, de lo contrario ocurre lo que dice Eclesiastés 2:18-19: Aborrecí también el haberme afanado tanto en esta vida, pues el fruto de tanto afán tendría que dejárselo a mi sucesor, y ¿quién sabe si este sería sabio o necio?

Sin embargo, se adueñaría de lo que con tantos afanes y sabiduría logré hacer en esta vida. ¡Y también esto es absurdo! Esto se convierte en una bola de nieve que afecta también a los hijos. Es un absurdo, un correr tras el viento. Cuando se tienen en orden las reglas y prioridades de la vida, conocemos nuestros alcances y hasta dónde podemos llegar. No se sienta mal por poner límites y decir NO.  A veces sentimos vergüenza de decirle a nuestro jefe o a nuestros compañeros que no estamos disponibles después de cierta hora, pero en los límites que pongamos, estamos dando a entender cómo queremos que nos traten.

El mundo no se va a acabar porque pongamos una pausa en el trabajo (claro, de manera responsable), pero la familia y hasta la salud pueden resentir que no lo hagamos.

Los jefes lo van a entender, y si no, debe preguntarse ¿es la voluntad de Dios que esté en este trabajo? Porque si nos saca del reino privado que es el hogar, genera angustia, miedo, temor, etc. Probablemente no es de Dios.

Cuando entendemos Colosenses 3:1, concentramos la atención en las cosas de arriba, y ponemos la confianza en Dios, las cosas de abajo ya no nos someten.

El trabajo es una bendición de Dios, pero no puede ocupar Su lugar ni el de la familia. Si siente que está trabajando demasiado, revise el orden de sus prioridades y organice su vida. Solo así Dios lo va a bendecir.

Foto: Luis Villasmil – Unsplash

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