Los cristianos y el síndrome de Solomón

por David Bernal

La idea de no figurar, resaltar o salirse de los parámetros por temor al qué dirán o al condicionamiento social no solo afecta a miles de personas sino que también influye a la hora de identificarse con los principios religiosos, defender sus creencias o tener una opinión distinta frente a cualquier postura diferente a los imaginarios ya establecidos en la sociedad.

El Síndrome de Solomón es un trastorno que lleva a quien lo padece a tener miedo a sobresalir y destacar por hacer parte de un grupo. Este temor los puede llevar a esconder, minimizar y hasta suprimir la práctica de sus creencias en pro de hacer parte de un grupo de amigos o de no destacar frente a ellos para no llamar su atención o ser expuesto.

Daniel Valderrama, Psicólogo cristiano de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz con especialización en Responsabilidad Social de la Universidad San Buenaventura, habló con Hechos& Crónicas para profundizar desde la psicología sobre este trastorno y cómo puede afectar a los creyentes en su identidad y prácticas espirituales.

“Hay personas que alcanzan sus objetivos y también las que por el contrario toman decisiones o tienen comportamientos que los llevan a pasar desapercibidos, a pesar de tener grandes capacidades que los llevarían a destacar en sus trabajos o en cualquier proyecto, pero que al final prefieren no hacer más allá de lo que les piden. Personas con baja autoestima, miedo a sobresalir y destacar en los lugares en los que están, que no tienen un juicio crítico y propio de sí mismo y que prefieren medirse por lo que dicen los demás. A esto se le conoce como el síndrome de Solomon”, explica Valderrama.

Este síndrome fue descubierto en 1951 por el psicólogo Solomón Ash luego de realizar un experimento de visión con más de 127 jóvenes voluntarios reunidos en grupos de ocho personas, previamente seleccionadas por Solomón, y puestos de acuerdo para que dieran una respuesta igual y errónea sobre cuatro líneas que él dibujaba.

A los jóvenes de la muestra los pasaban uno por uno y los ponían con las ocho personas que estaban actuando con Solomon, el guion consistía en que dejaban al joven de la muestra en la última posición para responder a las preguntas que Solomon hacía, con el fin de ver si sus criterios estaban por encima de las respuestas negativas de las personas o su respuesta se veían influenciada por las personas.

“Los resultados fueron interesantes. Solo el 25% de la muestra mantuvo sus criterios mientras el 75% de las personas estuvieron de acuerdo con los errores de los actores aun cuando nunca estuvieron de acuerdo con esas respuestas, lo hicieron porque creían más en los demás que en ellos mismos”, subraya Valderrama.

Las Sagradas Escrituras no hablan directamente sobre este síndrome; sin embargo sí habla sobre la identidad del creyente, ya que este trastorno está ligado a personas con problemas de confianza personal y autoestima baja, a través del apóstol Pablo cuando señala en Romanos 12:2-4: No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta. Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado.

¿Sufrir este síndrome puede afectar la vida espiritual?

Según el psicólogo Daniel Valderrama, si lo puede hacer no solo en la identidad espiritualidad sino también a la hora de cumplir con La Gran Comisión. “El cristiano está llamado a impactar desde su ética a la sociedad y cuando un creyente no es fiel a sus convicciones y permite que el mundo moldee su carácter deja de cumplir con el propósito que Dios tiene para él. Una persona con un concepto propio, bien definido y claro, toma en cuenta la opinión de otros, pero no define su accionar, es una persona responsable delante de los ojos de Dios”, puntualiza el psicólogo que también es creyente desde hace más de 10 años.

Igualmente, el Síndrome de Solomón también afecta al cristiano a la hora de cumplir con la Gran Comisión y/o llevar el mensaje de salvación a los no creyentes. ¿Un emisario que no cumpla con llevar el mensaje? Puede suceder y entre los creyentes es muy común. “El cristiano tiene un mandamiento llamado la Gran Comisión, las personas con este síndrome tienen una gran ansiedad social y miedo a ser desaprobados en sus comportamientos e ideas, entonces tenemos cristianos que no predican y no hablan de Dios por miedo a ser desaprobados por sus “amigos”. Se vuelven agentes encubiertos del Reino de los Cielos”, concluye Valderrama.

La Palabra de Dios es enfática sobre este aspecto y concluye en Mateo 10:32-33: A cualquiera que me reconozca delante de los demás, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo. Pero a cualquiera que me desconozca delante de los demás, yo también lo desconoceré delante de mi Padre que está en el cielo. Y lo vuelve a reafirmar en Marcos 8:38: Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.

Consejos para que un creyente no caiga en el síndrome de Solomón

Hoy en día cualquier creyente puede caer en el síndrome de Solomón, no en vano dice la Biblia si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer. (1 Corintios 10:11). Sin embargo, hay un perfil de personas que son más susceptibles de caer en este síndrome y son aquellas que sufren de problemas de confianza personal y autoestima.

“Hoy en día tenemos muchos cristianos Solomón en la iglesia que no ayudan a crecer a las personas sino que al contrario los hunden entre la crítica y las subvaloraciones de sus capacidades. Asimismo, tenemos gente baja autoestima con un deseo de aprobación mayor al que Cristo ya dio en la Cruz del calvario y que no quiere salir del status quo por miedo a la soledad. Es allí donde la iglesia debería ser el lugar donde se pueda desarrollar un concepto claro, fuerte y real de la persona frente a la Cruz y así salir al mundo a impactarlo”, concluye el psicólogo.

Un caso que ilustra como este síndrome puede afectar al creyente es el apóstol Pedro. Tras compartir con Jesús durante el tiempo de su ministerio aquí en la tierra y al llegar el tiempo donde el hijo de Dios debía ser entregado a las autoridades para morir en la cruz, Pedro lo negó en medio de la gente que murmuraba sobre la captura de Jesús:

Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio, y una criada se le acercó.—Tú también estabas con Jesús de Galilea —le dijo. Pero él lo negó delante de todos, diciendo: —No sé de qué estás hablando. Luego salió a la puerta, donde otra criada lo vio y dijo a los que estaban allí: —Este estaba con Jesús de Nazaret. Él lo volvió a negar, jurándoles: —¡A ese hombre ni lo conozco! Poco después se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron: —Seguro que eres uno de ellos; se te nota por tu acento. Y comenzó a echarse maldiciones, y les juró: —¡A ese hombre ni lo conozco! En ese instante cantó un gallo. Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo de allí, lloró amargamente. Mateo 26:69-75.

Tras la resurrección, Jesús trabajó el corazón y la identidad de Pedro restituyéndolo y dándole el trabajo de apacentar las ovejas de la iglesia. El apóstol pasó de negar sus creencias por temor a ser el principal emisario de la Palabra de Dios en medio de la iglesia que cada día crecía y crecía.

Aspectos a tener en cuenta para evitar este síndrome:

– Tener clara su identidad en Cristo.

– Aprender a reconocer sus talentos y ser un buen mayordomo de ellos.

– Aprender a identificar sus debilidades y buscar ayuda, Dios se engrandece en ellas.

– Controlar sus niveles de ansiedad, si son muy altos lo pueden llevar a tomar malas decisiones.

– Siempre hay grupos sanos dentro de la iglesia donde le permitirán expresar sin miedos sus puntos de vista y le pueden enseñar a aceptar la crítica como el combustible del éxito futuro.

Por: David Bernal – david.bernal @revistahyc.com

Foto: Freepik

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