Crianza sin enredos, conexión real

por Revista Hechos&Crónicas

Los padres tenemos un privilegio y una gran responsabilidad delante de Dios de criar a los hijos de una manera que le agrade, por eso la pregunta es ¿de qué forma puedo instruir a mi hijo para que su corazón y comportamiento agraden a Dios?

Antes de conocer la forma adecuada para instruir a sus hijos pregúntense, ¿de dónde surge la forma en que los educan? ¿Qué tienen como base? Muchos dirán: “mis papás me enseñaron así y a mí me funcionó porque yo soy un hombre correcto”.

Claro, hay que revisar si al hacer lo mismo, los hijos no se sienten maltratados. Algunas personas se guían por programas de televisión sobre crianza, otros leen libros, van a talleres y se capacitan. Hay hijos que llegaron sin tenerlos planeados y los papás les van enseñando de acuerdo a cómo se van dando las circunstancias.

Mi esposo y yo nos hicimos esa pregunta y nos dimos cuenta que con nuestros primeros hijos nunca nos sentamos a decidir cómo los íbamos a educar ni a hacer un estudio sobre qué dice el Señor y nos equivocamos, pero después de que tuvimos al menor dijimos: “no podemos seguir actuando intuitivamente”. Con los años hemos aprendido que definitivamente Dios es quien da la guía. De hecho, lo dice claramente en Efesios 6:4: Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor. Vamos a desglosar el versículo para ver lo que Dios quiere decirnos.

Y ustedes, padres:

Nos habla directamente a nosotros…no hagan enojar a sus hijos: ¿Cómo podemos hacer enojar a nuestros hijos? Cuando somos intransigentes o autoritarios. Muchas veces los gritamos y callamos sin darles la opción de dar sus argumentos de lo que está sucediendo.

De esa forma no solo los hacemos enojar, también dañamos su corazón.

…sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor: ¿Dónde encontramos esa disciplina e instrucción? En la Palabra de Dios. ¡En la Biblia está todo! Cuando no somos muy juiciosos en estudiarla, nos equivocamos.

Como padres, debemos meditar en la Palabra como las vacas que mastican y mastican el pasto y lo pasan a sus estómagos. De manera que cuando transmitamos la Palabra a nuestros hijos, lleve todos los nutrientes y podamos alimentarlos espiritualmente.

La escritora Jane Hunt dice en uno de sus libros: “debemos preparar a nuestros hijos para vivir independiente de nosotros aunque dependientes de Dios a fin que vuelen exitosamente con dominio propio”. En su libro dice que los hijos son como una cometa que vuelan en diferente dirección y en la medida que se van moviendo la pita se les va enredando y nuestra función como padres es desenredar esa pita.

¿Cómo vamos a desenredar esos nudos que con los años y en el caminar de nuestros hijos se va enredando?

Con la guía de la Palabra de Dios. Por eso es importante evaluar de dónde estamos sacando la forma en que debemos criar a nuestros hijos. Si es de otros, nos vamos a equivocar. Ninguna metodología nos va a funcionar.

Otro punto clave es preguntarnos: ¿Qué queremos lograr? ¿A dónde queremos llegar cuando disciplinamos a nuestros hijos o les enseñamos ciertos comportamientos?

Por lo regular no nos trazamos objetivos y vamos corriendo la carrera pero sin una meta final, entonces no damos una dirección. Es fundamental que establezcamos el propósito con el cual Dios nos llama a ser padres: ganar a nuestros hijos para Cristo. Dios nos ha capacitado para compartir de la Palabra a otros, pero con nuestros hijos debe ser de una forma especial: con amor, perseverancia y paciencia. No podemos garantizar que reciban a Cristo, pero vamos a hacer el trabajo de ser intencionales en estas áreas para que en el momento que quieran tomar la decisión su corazoncito esté lleno de Palabra y amor.

1-  Corazón

Nuestros hijos no pueden amar a alguien que no conocen, entonces como padre debo enseñarles a amar a Dios a través de lo que yo aprenda en Su Palabra. Yo debo conocer a Dios porque se lo quiero presentar a mis hijos y que ellos se enamoren de Él y sus corazones sean transformados.

Pero, si yo no conozco a Dios ni me relaciono con Él, ¿cómo se lo voy a presentar a mis hijos? Para conocer a Dios debemos leer Su Palabra, pues en ella hay ejemplos y detalles que Dios usa para instruirnos y enamorarnos.

Conocerlo nos permite tener la certeza de que Él nos acompaña en cualquier situación. Se trata de sembrar ese amor y conocimiento por Dios en el corazón de nuestros hijos, pero con la certeza de que es Él quien toca esos corazones. Por eso  cuando tratamos de imponer el amor de Dios a la fuerza, nuestros hijos creamos una actitud reactiva que termina en un: “no quiero saber nada”.

En casa podemos establecer unos principios para orar, pero no puede ser una imposición. Tampoco puede ser después de que perdemos el control, los gritamos, irrespetamos y humillamos, pues así no les enseñamos un Dios compasivo que nos da gracia y nos perdona. Debemos tener dominio propio y evitar esas situaciones, pero si llegamos a ellas, quienes debemos ir a Él y orar somos nosotros, nuestros hijos no pueden sentirse obligados.

Debemos ser intencionales y buscar los momentos adecuados para orar con ellos.

Además, si el trato hacia nuestros hijos es duro y constantemente lastimamos sus corazones, no van a querer una relación con Dios, pues nosotros somos el ejemplo del amor del Señor. Esa es la clave, el amor.

1 Tesalonicenses 2:11-13 dice: Saben también que a cada uno de ustedes lo hemos tratado como trata un padre a sus propios hijos. Los hemos animado, consolado y exhortado a llevar una vida digna de Dios, que los llama a su reino y a su gloria. Así que no dejamos de dar gracias a Dios, porque al oír ustedes la palabra de Dios que les predicamos, la aceptaron no como palabra humana, sino como lo que realmente es, palabra de Dios, la cual actúa en ustedes los creyentes.

¿En qué momento hemos animado, consolado y exhortado a nuestros hijos? no importa la edad que tengan, es importante que podamos cumplir estas tres cosas para acercarnos a su corazón, para que puedan con intención conocer a Dios.

Animar es levantar, consolar es mostrar compasión. Cuando nuestros hijos pasan por algo, están angustiados, nosotros no podemos pensar que es una bobada porque ellos apenas lo están experimentando. Acompañémos sin juzgar y sin cantaleta.

A veces entendemos la palabra “exhortar” de forma equivocada, como si fuera sinónimo de castigar, pero no, exhortar realmente es “inducir con palabras a que haga o deje de hacer alguna cosa”. Haga el análisis de lo que quiere reafirmar en el corazón de su hijo, anótelo y que sea un propósito para empezar a trabajar en amor.

2-  La relación

¿Cuántas veces su hijo lo ha visto orar? La relación con Dios también se aprende con el ejemplo. Si nuestros hijos nos ven relacionarnos con Dios sin importar si es una situación alegre o difícil, ven la dependencia que tenemos de Dios, van a querer tener esa relación para ellos también. Si entran al cuarto y nos ven de rodillas, van a respetar y a querer imitar en esa fe.

Otra manera de ser ejemplo es aplicar Mateo 7:12: Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas.

Si usted es de los que critica, juzga y habla mal de otros, sus hijos van a hacer eso. Van a tratar así a las demás personas. De la manera en que yo traté a mis hijos así mis hijos van a tratar a los demás, seamos muy cuidadosos.

Tal vez tenemos muchas cosas por cambiar, pero Dios demanda en nosotros hacerlo primero para que como resultado nuestros hijos también cambien. Que mis hijos me vean servir a otros con amor, con paciencia y ellos lo van a imitar. Servir es darme a otros.

La clave es la comunicación. Cómo me comunicó con Dios y con los demás es una forma en que puedo enganchar a mi hijo para Cristo. Cuando estemos estresados, vayamos a descargarnos en el trono de la gracia para no tener que venir a descargar con nuestros hijos: Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitamos. Hebreos 4:6.

3- Conocimiento

Deuteronomio 6:7: Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.

A veces estamos muy enfocados en que nuestros hijos sean profesionales y poco nos enfocamos en enseñar la Palabra de Dios que la que da guía y dirección. Nuestros hijos pueden estar llenos de conocimiento, pero sin la Palabra de Dios se van a equivocar y constantemente van a caer. No importa la edad que tengan, siempre debemos compartirles esa Palabra para que Dios haga el efecto.

Con honestidad evalúe por qué es importante enseñar sabiduría a través de la Palabra de Dios a nuestros hijos y cuál es la mejor forma de hacerlo. ¿Quién mejor para saber esto que los padres? Ustedes los conocen. Hay papás a quienes les funciona hacerlo por la noche y hacer devocional, otros les funciona una pequeña enseñanza porque son muy chiquitos para un devocional. Ustedes los conocen, piensen cómo podrían enseñar la Palabra. Que no sea un castigo, sino algo que ellos reciban de ustedes y les genere ese anhelo.

Por ejemplo, hay papás que en el cumpleaños regalan un versículo a sus hijos. Ellos se lo aprenden y esperan con anhelo su otro versículo cada cumpleaños. De eso se trata, de que de una forma intencional graben esas palabras y las tengan presentes en una situación específica.

4- Conducta

La conducta es la manera en cómo se actúa en una situación determinada. La Biblia habla de la palabra “conducta” muchísimas veces, el Señor le repite constantemente al pueblo: “cambien su mala conducta”.

Es importante que nosotros no dejemos pasar la mala conducta de nuestros hijos pero tenemos que hacerlo de una forma correcta. Éxodo 18:20 dice: A ellos los debes instruir en las leyes y en las enseñanzas de Dios, y darles a conocer la conducta que deben llevar y las obligaciones que deben cumplir.

Es nuestro deber instruir a nuestros hijos en eso: no dejemos que cometan errores pensando que se les va a pasar solos. Tenemos que sentarnos a mirar qué está pasando, si hay algo en su corazón. ¿Los hemos maltratado y sienten dolor? ¿Les estamos dando mal ejemplo? ¿No los hemos instruido sobre el tema de forma correcta?

No podemos castigarlos con severidad cuando no les hemos enseñado lo que dice la Palabra de Dios sobre un tema o cuando no les estamos dando el ejemplo correcto. A veces somos demasiado severos en nuestro reaccionar cuando ellos hacen algo que no está bien sin saber si ellos tienen claro en qué se están equivocando.

Primero identifique si su hijo sabe que eso que está haciendo está mal. Si no, enséñele:  “La Palabra de Dios dice esto”. Si están pequeños es una bendición porque es el momento perfecto para entrenarlos. Si usted los entrena a punta de gritos, no espere que respondan de otra manera. Comience a “desentrenar” y a bajar el tono.

Si ya los instruimos y aun así cometen el error, apliquemos disciplina sin lastimar.

No seamos crueles ni tiranos con las personas que están a nuestro cuidado.

Recuerden

que queremos ganar a nuestros hijos para Cristo. Eso no quiere decir que mi hijo tenga un mal comportamiento y yo permita que él haga lo que quiera, sino que la disciplina debe venir de la Palabra de Dios. Por ejemplo, la disciplina con vara solamente es para corregir un pecado. Yo no puedo golpear a mi hijo cuando tiene una inmadurez propia de su edad. Tengo que ver la intención.

A veces somos demasiado reactivos y lastimamos el corazón. Pero hay un momento, cuando la mala conducta se vuelve pecado que yo debo tomar las riendas porque están ofendiendo a Dios. Mi deber es enseñarles a mis hijos a que tengan un temor reverente al Señor, a respetarlo.

Hay una frase contundente que dice: “recuerda, estás preparando a tú hijo para la vida real, en un mundo real y para enfrentar a un Dios real, en un juicio real, con una responsabilidad real, para una recompensa real en una eternidad real. No se trata de ningún juego, las recompensas son grandes y la pérdida es demasiado horrible como para que los padres no hagan de esto su más alta prioridad”.

Foto: Dimitri Houtteman – Unsplash

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