¿El mundo se caerá? esperemos a ver

por Revista Hechos&Crónicas

A todos los de la tercera edad en cualquier lugar del mundo que desempeñen una definida profesión o no ejerzan ninguna porque no pudieron estudiar en su pasado reciente o lejano, ¿qué les seguirá?

Es sabido que el coronavirus depara un deplorable final pero afortunadamente, no a todos. A algunos nos llega una estupenda tercera generación con la evidencia de la verdad que consiste en vivir a pleno sol, en una bella playa sea donde sea y para hacer o dejar de hacer cualquier consejo novedoso. ¡Consejos hay mil!

Pero escoja aunque sea uno; con solo uno, vivirá maravillosamente. Hay quienes toman el consejo de ocultar la real verdad de su vida y hasta se preocupan en teñirse a diario su cabellera para salir a la calle como si fuéramos jóvenes de racamandaca, cuando somos unos vejestorios demasiado viejos o quién sabe para qué colorean sus cabelleras.

Entonces, ¿debemos ocultar toda evidencia de la edad? ¿Para qué? si no somos delincuentes escondiéndonos como para vivir nuestras horas de cada día útil metidos en cuantos salones de belleza encuentren su caminar por las calles de toda ciudad.

¿Para qué ocultar la verdadera-verdad? ¿Para qué ocultar su bastón de palo, si las canas sobresalen con orgullo? Si las arrugas en el rostro también sobresalen como si fueran dibujadas por un pintor del siglo 19. ¿Para qué ocultar sus pecas en manos y rostro? No se disfrace como si fuera un palo de piñata infantil.

Debemos ser siempre lo que somos así valga mucho o poco. Haga la fila en los bancos para consignar o retirar las cantidades posibles y no se queje por sus reumas ante nadie ni muestre esas lesiones deportivas, porque usted a su edad es deportista y no visita un simple salón en cualquier ciudad de sus quereres.

Nunca se muestre como un idiota inútil. Pero nada de juegos viejos o para viejos y ni siquiera damas chinas, propias para damas de alto coturno. No. Nada de karate en los gimnasios públicos. Más bien, afíliese, si puede, en un buen club social de su ciudad.

Ahora, ponga algo de pegamento a su dentadura y probablemente seguirá tan campante como un as de póker. Use siempre ropa deportiva variada, como también ese viejo suéter; pero no se ponga hoy la misma ropa de ayer. ¡Grave! ¿Y tomarse un té? Tómelo cuando llegue a casa y antes de sentarse a esperar los noticieros de las 7:00 p.m.

No se queje en las reuniones vespertinas en su club sobre lo mal que va el gobierno porque en todo gobierno de todas partes, trabajan siempre los mismo con las mismas.

Como a más de uno les gusta el jockey y el fútbol de alto turmequé, afíliese en Millonarios o en Santa Fe, o en ambos, si tiene con qué pagar las cuotas.

Ahora bien: si su dinero no le alcanza para seguir las instrucciones aquí consignadas, consígase un asesor de imagen –que no seré yo porque ya estoy ocupado- pero sí pásese por Unicentro o por el Centro Bulevar u otro centro comercial similar en categoría.

Los zapatos que use, debería cambiarlos cada seis meses, máximo. Nunca muestre a nadie la cédula de ciudadanía excepto en notarías o autoridades judiciales, policivas u otras oficiales.

Estas son algunas historietas recogidas que mostramos a nuestros lectores para leer y no para que las apliquen porque podrían caerse en el intento y nadie correrá a socorrerlos. Alabado sea el Señor. ¿Cuántas centurias (¿centurias?) más viviremos? En la próxima, volveremos, es posible. ¿Será que el mundo se acabará?

Amanecerá y veremos dijo el ciego… Amaneció, y no vio nada.

Por: Augusto Calderón Díaz. Director General de la Revista Hechos&Crónicas.

Foto: Archivo.

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