Dominio propio sobre el sexo

por Revista Hechos&Crónicas

Explicable la preocupación por el coronavirus, pero no menos preocupante debería ser la plaga de inmoralidad sexual que invade al mundo. La historia de José, el hijo de Jacob –que ha sido magistralmente tratada por Thomas Mann- es clásica de la literatura religiosa, política, psicológica y erótica, y no requiere muchas interpretaciones. Es clara y directa en sí misma:

José tenía muy buen físico y era muy atractivo. Después de algún tiempo, la esposa de su patrón empezó a echarle el ojo y le propuso: —Acuéstate conmigo. Génesis 39:6b-7.

Un joven atractivo e inteligente es objeto de acoso sexual por parte de la esposa de su patrón. Ocurre hoy, y antes de las famosas plagas. Casi siempre, en términos del mundo, el joven acosado termina en la red de la mujer acosadora. El razonamiento elemental es que, acostándose con la señora, se asegura el empleo. Pero hay valores superiores por los cuales vale la pena resistir la tentación:

Pero José no quiso saber nada, sino que le contestó: —Mire, señora: mi patrón ya no tiene que preocuparse de nada en la casa, porque todo me lo ha confiado a mí. En esta casa no hay nadie más importante que yo. Mi patrón no me ha negado nada, excepto meterme con usted, que es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer tal maldad y pecar así contra Dios?

Y por más que ella lo acosaba día tras día para que se acostara con ella y le hiciera compañía, José se mantuvo firme en su rechazo. (vv. 8-10).

Del relato bíblico se desprende que la telenovela de suspenso erótico duró por un buen tiempo: la acosadora acosando y el acosado resistiendo. Finalmente, José nos ofrece el ejemplo de dominio propio más edificante que se conoce: salir corriendo ante la inminencia de una caída.

Un día, en un momento en que todo el personal de servicio se encontraba ausente, José entró en la casa para cumplir con sus responsabilidades. Entonces la mujer de Potifar lo agarró del manto y le rogó: « ¡Acuéstate conmigo!» Pero José, dejando el manto en manos de ella, salió corriendo de la casa. (vv. 11-12)

El resto de la historia lo conocemos bien. Cuando llega su esposo, ella le dice: “José quiso violarme y la prueba es que aquí está su manto que yo se lo alcancé a arrebatar cuando estábamos forcejeando”. José fue conducido a una cárcel de alta seguridad, como un delincuente. ¿Qué pasó con él, a la larga? Llegó a ser el primer ministro de la superpotencia de ese tiempo -que era Egipto- gracias a su integridad y dominio propio en materia de sexo. Y, dicho sea de paso, Dios lo premió con una esposa bella y virtuosa, que le dio dos hijos. Un muchacho de hoy diría: “Listo, tengo en mi mano la clave maestra; me acuesto con la mujer del jefe y escalo posiciones”. La explotación del sexo es una de las más grandes mercancías del comercio humano. Pero es buen negocio la pureza: José, por haberla defendido, terminó acumulando en sus manos prácticamente el poder de un rey.

Por: Rev. Darío Silva – Silva. Fundador y presidente de la Iglesia Cristiana Casa Sobre La Roca.

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