¿Cómo se divierten nuestros hijos?

por Revista Hechos&Crónicas

Cuando éramos niñas, a mi hermana y a mí nos bastaba con una muñeca, una cuerda de saltar o un libro de cuentos para pasar horas de diversión. El sol, la cálida brisa y un cielo despejado para correr libres eran nuestro deleite y esperábamos con ansias la llegada del fin de semana para gozar de todo lo que podríamos hacer. Y no significaba que no disfrutásemos de la televisión, pero no quedábamos inmóviles durante horas frente a la pantalla, viendo cómo pasaban las imágenes de dibujos animados en una prolífica secuencia colorida e interminable; además, nuestros padres no lo permitían.

Recuerdo que mi padre solía decir que los juegos de vídeo y el televisor “idiotizaban a los niños”, así que teníamos un horario para disfrutar de nuestros programas favoritos, usar el computador para hacer las tareas y, desde luego, las consolas estaban absolutamente prohibidas en casa. No importa cuánto se lo pidiéramos a Santa Claus por Navidad, porque sabíamos que ese regalo no iba a aparecer debajo del árbol; en cambio, recibíamos todas las muñecas Barbie que pedíamos, juegos de mesa, ropa y mucho más.

Así, cuando pienso en mi infancia, es inevitable que sienta añoranza. Era una época diferente, menos revolucionada por los medios digitales y los aparatos electrónicos, que nos tienen absortos en un universo de irrealidad. Y ahora que soy madre, cuando no estoy afanada con mil pendientes y buscando la manera de que mi niño me deje cumplir con mis responsabilidades, me doy cuenta del daño que les estamos haciendo a nuestros hijos al dejarlos a merced de un celular o de una tableta para que se entretengan.

Cifras alarmantes  en Colombia

En la actualidad, quienes tenemos hijos nos desesperamos fácilmente, pero es el momento de cambiar nuestra perspectiva. No cabe duda de que estamos fascinados por lo tranquilos que son nuestros pequeños; la vida no es fácil y mucho menos nuestras tareas cotidianas, tan llenas de compromisos laborales y responsabilidades familiares. Sin embargo, ahora nos da tiempo de mucho más, porque basta con dejar que nuestros niños jueguen con el celular o se entretengan frente al ordenador, para enviar correos pendientes a nuestros jefes, preparar la comida, salir a hacer vueltas o tomar una siesta.

El problema es que esta herramienta evasiva de los llantos, las riñas y la agotadora energía infantil se está convirtiendo en un problema social; pero, ¿son nuestros niños adictos a las pantallas? Un estudio publicado en octubre de 2016 por el sitio web marketing4ecommerce.co reveló que las cifras de las actividades que llevan a cabo los niños colombianos son alarmantes, porque pasan de 5 a 10 horas en internet.

La investigación señaló que el 52% de los padres admitió que sus hijos pasaban demasiadas horas conectados. Respectos a los dispositivos que más usan nuestros pequeños, se encuentran, en mayor medida, en computador de escritorio, preferido por el 76% de los niños; el teléfono inteligente, que lo usan el 66,8% de ellos, el PC portátil en un 46%, la tableta en un 32,7% y las consolas de videojuegos en 13,5%.

La mayoría de este tiempo de navegación es empleado en ocio, no para estudiar. En comparación con las páginas que nuestros hijos consultan para complementar sus tareas, los sitios de entretenimiento, con contenido televisivo y las plataformas de redes sociales ganan la partida en los motores de búsqueda en internet.

¿Qué estamos haciendo con nuestros hijos?

A pesar de que nos parezca mágico y tranquilizador el hecho de que nuestros niños permanezcan entretenidos por horas y no molesten para nada, no es un tema que deberíamos pasar por alto. Lo cierto es que resulta inquietante pensar en las repercusiones que esta conducta permisiva tiene en su desarrollo, su salud y sus vidas.

Un reportaje publicado en larepublica.co en febrero de este año determinó que el 30% de los niños y adolescentes en nuestro país han contactado a desconocidos por internet; mientras que el 17% de los encuestados aseguran haber visto en persona a sus contactos o amigos en redes sociales. Y de acuerdo con la firma responsable del estudio, el 99,8% de la población infantil no le cuenta a ninguna persona adulta de confianza que tiene entre sus contactos a desconocidos o que va a encontrarse con alguien que conoció en internet.

Las consecuencias del ocio

Por otro lado, una denuncia realizada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en mayo de 2017 aseguró que la obesidad infantil en nuestro país está alcanzando niveles sumamente preocupantes. Y de acuerdo con la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia, la prevalencia del sobrepeso en niños y niñas de 5 a 17 años de edad aumentó un 25,9% entre el año 2005 y el 2010; por lo tanto, se estima que uno de cada seis niños y adolescentes presentan un índice de masa corporal por encima de los valores normales.

Esta es una de las más importantes consecuencias del sedentarismo de nuestros niños y la afición que tienen por las pantallas. Cabe recordar, que la obesidad es un problema de salud que la OMS ha catalogado como una epidemia global, y es desencadenante de muchas patologías importantes que son potencialmente mortales, como la diabetes, alteraciones del sistema cardiovascular y ciertos tipos de cáncer.

Más tiempo de calidad en familia

«Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor». Efesios 6:4. Entonces, ¿qué es lo que estamos permitiendo solo por tener un par de horas libres al final del día? Nuestros niños son nuestros tesoros y de nosotros depende procurarles los cuidados y la atención que ellos necesitan para tomar el camino correcto, porque, en su inocencia, no tienen el discernimiento para saber que en la red hay toda clase de personas dispuestas a hacerles daño y que pasar demasiado tiempo inactivos, en actividades ociosas que no les dejan nada positivo, repercute de manera negativa en su bienestar físico y mental, pero también en su vida familiar y espiritual.

Además, el amor no se demuestra con obsequios caros y dispositivos electrónicos, sino con tiempo, que es el recurso más valioso con el que contamos. Un día ellos abrirán sus alas y volarán del nido, así que nos lamentaremos por no haber pasado un rato más a su lado o por las bases que les dimos…Y ya será demasiado tarde para reparar lo que esté mal.

¡Este es el momento para que les demostremos a nuestros hijos cuánto los amamos! La educación comienza en el hogar, encaminando a los más pequeños en los valores que Dios nos ha ordenado que les enseñemos, a fin de que sean hombres y mujeres de bien, preparados para la vida y para triunfar en Cristo.

Foto: Dragos Gontariu – Unsplash

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