¿Dios respalda mis errores?

por Revista Hechos&Crónicas

¿Quién está consciente de sus propios errores? ¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente! Libra, además, a tu siervo de pecar a sabiendas; no permitas que tales pecados me dominen. Así estaré libre de culpa y de multiplicar mis pecados. Salmo 19:12-13.

Es normal que las personas nos equivoquemos. Los errores son parte de la naturaleza humana, pero ¿le ha ocurrido que siente el respaldo de Dios aún a pesar de su error? Este breve testimonio de Ruby Peña es un ejemplo de cómo Dios está en todo, aún en las cosas pequeñas.

¿Alguna vez le ha pasado que se equivoca y saca el carro el día de Pico y placa?

Pues a mí me pasó, salí de la oficina ubicada en el norte de Bogotá a una reunión en el centro con mi hija. Cogí la circunvalar a las 5:00pm. Y a la altura de la Calle 29 con carrera 5 me paró un policía. Le pregunté por qué me paraba.

Y me dice: ¿No sabe? Yo le contesto: No, señor. Tiene Pico y placa, hoy es día par.

Pasaron mil cosas por mi mente, quería esconderme y dije ¡no puede ser!

Me pidió mi licencia y que recogiera mis cosas pues debía inmovilizar el carro.

Parqueé, me bajé, el policía estaba diligenciando una planilla y pedía papeles a las motos.

Le dije: ¡ayúdeme! No se lleve el carro, se me olvidó, créame. ¿Cómo puede uno atravesarse la ciudad con pico y placa?

El policía me dijo: voy a llamar a la grúa y usted habla con ellos, hay un 80% de probabilidad de que se lleven el carro. Mañana lo recoge en los patios y hace un curso.

En mi mente hablaba con Dios: ¿Qué hago? ¡Ayúdame!, aún sabiendo de mi error. Sería un error muy costoso.

El policía me preguntaba constantemente. ¿Qué hacemos? Así que le propuse ponerme el parte, pero no llamar a la grúa.

De repente apareció un señor, se acercó al policía y dijo: soy amigo de ella, ¿que pasó? Yo no sabía qué decir, pero entre dientes lo dije. Lo miraba con inseguridad: era un ejecutivo con celular en la mano y tenía un carné de oficina.

Me dijo en voz baja: él no puede hacerte eso. Yo no entendía nada.

El señor le dijo al policía: Déjela ir, es amiga mía. Y este le preguntó, ¿de dónde se conocen, dónde trabaja? y el señor le mostró el carné.

Estaba anonadada, realmente no me acuerdo qué más hablaron, pero el policía dijo váyase y parquee, no lo vuelva a hacer. Yo lo miraba aterrada.

Caminé unos pasos hacia el carro con el señor y le dije usted es un ángel, ¿de dónde apareció? ¡¡¡Gracias, Dios lo bendiga!!!

Me dijo: tranquila, vete y parquea. Me subí al carro. Ni me había dado cuenta que había dejado a mi hija encerrada en el carro. Ella, como no tenía llaves, no se pudo bajar y se puso a orar mientras tanto.

Me puse a llorar dándole gracias a Dios, no la creía, temblaba.

Le dije a Dios: me enviaste un ángel. ¡Gracias! Por favor perdona mi despiste.

Guardé el carro y me fui a mi cita, le conté a mi hija llorando.

En la noche oramos dando la GLORIA A DIOS.

Al día siguiente cuando abrí mis ojos no lo creía, y en mi devocional me sale: Para nosotros, el motivo de satisfacción es el testimonio de nuestra conciencia: Nos hemos comportado en el mundo, y especialmente entre ustedes, con la santidad y sinceridad que vienen de Dios. Nuestra conducta no se ha ajustado a la sabiduría humana, sino a la gracia de Dios. 2 corintios 1:12.

Realmente estoy sorprendida y agradecida con Dios, pude haber tenido la multa más alta por error mío. Sabía que los policías se demoraban porque estaban esperando una propuesta mía, que no iba hacer. Tenía claro que prefería asumir la multa que pagar un soborno, aun con el dolor de que fuera por despistada. Y aprendí que aún en tus equivocaciones, Dios respalda la obediencia, honestidad, sinceridad, los principios y valores.

¡Dios es fiel! ¡Dios es grande! ¡Dios te cuida!

Entonces, ¿Dios respalda mis errores?

¿Quién está consciente de sus propios errores? ¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente! Libra, además, a tu siervo de pecar a sabiendas; no permitas que tales pecados me dominen. Así estaré libre de culpa y de multiplicar mis pecados. Salmo 19:12-13.

No se trata de que Dios respalde nuestras equivocaciones, despistes o errores, lo que pasa es que Él se fija en las intenciones del corazón, pues según la motivación que nos llevó a cometer el error sabremos si fuimos guiados por deseos contrarios a la Palabra de Dios o no.

¿Cómo reacciona Dios ante nuestros errores? No solamente los que cometimos de manera ingenua o inocente sino también aquellos que fueron consecuencia de un corazón enojado, orgulloso o vengativo. Contrario a lo que algunos creen o a lo que se enseña en algunas religiones, Dios no es un ogro sentado en el cielo con un bate en la mano esperando ver quién se equivoca o peca para castigarlo. No, Él es un padre amoroso que nos conoce bien, sabe las motivaciones detrás de nuestras acciones y las limitaciones de nuestro carácter, nuestras fortalezas y debilidades.

Él se opone totalmente al pecado, pero también es cierto que Dios está de nuestro lado. ¡Somos sus hijos! No fue en vano que Jesucristo dio su vida por nosotros, por salvarnos, perdonarnos y amarnos. Lo que pasa es que como en todo, debemos asumir las consecuencias de nuestros errores y no sentarnos a esperar que Dios venga a resolverlos. Muchas veces lo hará, (como en el caso de Ruby y su carro), pero muchas otras, no lo hará y dejará que lidiemos con las consecuencias de nuestras malas  acciones, permitiendo eventos que nos dolerán para formarnos. Lo que no debemos olvidar es que ¡nunca se irá de nuestro lado!

Dios cuida de nosotros en nuestros errores, nos atrae con su amor, suaviza nuestro duro corazón para que recapacitemos y volvamos a Él, nos revela nuestro corazón para que dependamos otra vez de Su gracia y misericordia. Cuando estés en medio de un error, ¡no endurezcas tu corazón a la ayuda que Dios te manda! Un corazón en continua búsqueda de Dios y Su Palabra es fácil de moldear.

Max Lucado, en su libro En manos de la gracia, lo describe de la siguiente manera: “Dios no condona nuestro pecado, ni transige con sus normas. No pasa por alto nuestras rebeliones, ni suaviza sus demandas. En vez de echar a un lado nuestro pecado, lo asume y —¡en qué cabeza cabe!— se auto sentencia. La santidad de Dios se honra. Nuestro pecado se castiga. Y somos redimidos. Dios todavía es Dios. La paga del pecado todavía es muerte. Y nosotros somos hechos perfectos. Eso es, perfectos. «Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados» Hebreos 10:14.

¿Mi respuesta?…Si soy sincero y agradecido, sencillamente sonreiré y le diré: «No merezco tal elogio. A decir verdad, ni siquiera merezco ese expediente. Fue y es una dádiva indecible de gracia»”.

Foto: Jamie Street – Unsplash

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