¡Cura mis heridas!

por Revista Hechos&Crónicas

No te encierres en tu dolor, busca un mentor a quien abrir tu corazón. Muchas veces nuestras luchas son en solitario por la falta de buscar y pedir ayuda en alguien que esté dispuesto a acompañarnos en el dolor y en la alegría de haber superado el sufrimiento. Hay heridas que sólo pueden curarnos otros pues están en lugares que no alcanzamos. Por supuesto que no es fácil, y que cuesta mucho encontrar a la persona adecuada.

Hay cientos de circunstancias que nos provocan dolor. A veces una enfermad física. Otras tantas más relaciones que se malogran, se tuercen y se quiebran. También podemos sentir dolor por la maldad existente en el mundo, la situación precaria en que muchas personas viven. La muerte de un ser querido, o de una persona indefensa en situación de violencia. Un animalito lastimado. Una mentira, el engaño, la falta de interés de otra persona. Hay tanto que nos ocasiona dolor… La respuesta esperanzadora a tanto sufrimiento es que Jesús pagó por ellos. Que Dios quiere consolarnos por medio de su Espíritu Santo, y que recibir ese abrazo reconfortante está a nuestro alcance.

Cuando el apóstol Pablo le habla a los Tesalonicenses acerca de la segunda venida de Jesús, les dice: “…anímense unos a otros…” (1 Tesalonicenses 4:18). La tarea de dar ánimo al que está en medio del dolor no tiene mucha prensa, como decimos habitualmente. No tiene promoción extra. Pero tiene esa sensibilidad que viene de Dios y que hace que una persona desahuciada llegue a la plenitud del bienestar dado por el Señor a través de un corazón humano que late junto al del doliente. Quienes tenemos el don pastoral, entendemos que acompañar a una persona es ponerse sus zapatos, entender lo que vive y ayudarle a mirar hacia la salida segura: ¡JESÚS!

Decía al comienzo, intuyendo que puedes estar viviendo un momento de dificultad que no te encierres al dolor y que busques un mentor, alguien que con humildad te acompañe en estos tiempos. Es bueno hacer el recorrido de la angustia con alguien más, que pueda entender por lo que estás pasando y ver lo que no ves. A veces estamos tan llenos de tristeza que no vemos el final del túnel. Mucho menos podemos mirar a Jesús. Pero si esa persona de tu confianza, madura en el Señor, te guía a entender que a pesar de las circunstancias es Dios mismo quien te sostiene, este trayecto empieza a tener claridad, esperanza y hasta alegría que dispersa la angustia y el dolor.

Quiero animarte a confiar en alguien que te ayude a acudir al Dios Consolador. Que juntos recorran las bondades del Padre que ama a sus hijos y procura las mejores cosas para su vida, aunque nos parezca todo lo contrario.

Y si es al revés, si tú estás viendo a alguien sufrir. ¡Ve ya, y siéntate a su lado! Quizás esté necesitando tu presencia, tu oído y tu confianza en Dios para salir adelante.

Cualquiera sea el lugar donde te encuentres recuerda lo que dice 1 Josué 1:9: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas.

Por: Esteban Fernández. Presidente para América Latina de Bíblica Internacional Co. con sede en Miami, Fl.

Foto: David Bernal / Revista Hechos&Crónicas

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