Un líder que sirve

por Revista Hechos&Crónicas

…el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos. Porque ni aún el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. Marcos 10:43-45.

A pesar de no ser un tema nuevo, el liderazgo es algo a los que las empresas y organizaciones le apuestan hace relativamente poco. De acuerdo con el estudio nombre “Prácticas de liderazgo en Colombia”, realizado por la Pontificia Universidad Católica de Chile y Xn International Inc a 378 altos cargos de 225 empresas privadas nacionales, multilatinas y multinacionales, solo 13% de los altos ejecutivos tienen verdaderas capacidades de liderazgo, pues les faltan habilidades estratégicas y de gestión, así como estilo personal. Además, se encontró que “las actividades de desarrollo de líderes que más realizan las organizaciones colombianas son la capacitación presencial (75%) y la retroalimentación de los mismos líderes (64%)”.

Los encuestados aseguran darle una destacada visibilidad al liderazgo que no se leía hace unos tantos años. De ahí que 39% asegura que le da una importancia muy alta; 34%, alta; 23%, media; 4%, baja, y 0%, muy baja. O, por ejemplo, que más del 50% de los CEO entrevistados respondieron que le dedican un 16% de su tiempo mensual a formar a su siguiente generación, cuando otros estudios internacionales muestran que el porcentaje mínimo es el 20.

Parece que el mundo de hoy demuestra como exitoso a un líder que cuenta con muchas personas a su cargo para dirigirlas y que estas obedezcan. El líder es una persona a quien todos deben escuchar, servir y respetar. Es alguien que está en una posición privilegiada y que además tiene una imagen específica que debe cuidar.

El liderazgo que enseña Jesús es algo diferente. El liderazgo que enseña el mundo está inmerso en una cultura de perfeccionamiento moral llena de hipocresía.

Jesús, un líder que se humilla

Habiendo sido Jesús quien fue y aún es, no vino a este mundo a engrandecerse por ser el hijo amado de Dios, sino que se humilló, se ciñó la toalla para servir, para lavar los pies a los discípulos. Jesús es el ejemplo de cómo un líder debe ser la extensión de los brazos del amor de Dios.

Colombia es un país atacado fuertemente por la corrupción, donde los servidores públicos, (quienes deberían velar por el bien de los colombianos y sus recursos) son los primeros corruptos que buscan adueñarse de todo sin importar las consecuencias. Esto, por supuesto, sugiere una enorme contradicción pues un servidor público debe servir a otros, no andar en los carros más lujosos ni malgastando el patrimonio de quienes lo eligieron, sino velando por su bienestar y el de sus compatriotas.

Un líder ilumina, no necesita brillar

Entender el modelo de liderazgo que nos dio Jesús es comprender el verdadero liderazgo. Por ejemplo, la paternidad es el liderazgo por excelencia, pues un padre que ama a su hijo no le interesa brillar ni sobresalir, lo que le interesa es el bienestar de su hijo, su formación y su futuro. El éxito de la paternidad está en que los hijos se vayan de casa como adultos independientes capaces de asumir correctamente sus vidas. Un  verdadero líder empodera, pues no necesita que la gente dependa de él, sino que enseña principios y valores para que puedan defenderse solos y reemplazarlo en un futuro.

Lo que ocurre en el mundo actual es que estamos plagados de líderes inseguros incapaces de quedarse tras bambalinas mientras ven brillar a sus pupilos. Por el contrario, los líderes necesitan lucirse pues su servicio es hipócrita, carente de amor. Alex Sampedro, en su prédica “Liderando sin máscaras”, asegura que “el liderazgo actual muchas veces implica el uso de máscaras, de hipocresía, del pecado que Jesús más aborreció y por lo que más se conoce a la iglesia cristiana hoy. No debe ser así entre nosotros, pues el liderazgo implica servicio. ¿Por qué? Obviamente Dios no necesita que le sirvamos porque Él no necesita nada de nosotros. Es imposible servir a Dios, salvo por una manera: servir a los demás. Jesús asocia ineludiblemente el amor a Dios con el amor al prójimo. El liderazgo es servicio y el servicio es amor”.

Debemos comprender que no somos líderes por lo grandes o buenos que seamos, por nuestras capacidades o talentos. Somos líderes porque Dios decidió que lo fuéramos y Él escogió a lo vil y menospreciado para avergonzar a los sabios. Por eso nuestro valor como líderes no debe estar basado en lo que somos, sino en la gracia y el amor de Dios.

Sampedro continúa su afirmación diciendo: “en el interior de las iglesias se ha acuñado una palabra para denominar al servicio: ministerio. Pero debemos entender realmente qué es ministerio y la mejor manera es ver el antónimo que es magisterio (viene de magno, grande). Si ministerio es lo antónimo de magisterio, quiere decir que es pequeño. Esto es porque Jesús no quiere que nos hagamos grandes por servir, sino que lo hagamos con humildad”.

Finalmente, cuál es el ejemplo que queremos seguir, ¿el de Jesús, que se humilló hasta lo más mínimo por amor a nosotros o el de Satanás que fue expulsado del cielo por querer engrandecerse como Dios?

Ahora los encomiendo a Dios y al mensaje de su gracia, mensaje que tiene poder para edificarlos y darles herencia entre todos los santificados. No he codiciado ni la plata ni el oro ni la ropa de nadie. Ustedes mismos saben bien que estas manos se han ocupado de mis propias necesidades y de las de mis compañeros. Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir”. Hechos 20:32-35.

Foto: 123RF

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