Nuevo año, nuevas promesas

por Revista Hechos&Crónicas

Ha empezado un nuevo año y estamos cargados de esperanza y buena disposición. Hemos visto fenecer al año pasado, elevando nuevas promesas para los meses por venir. Con ello parecen quedar atrás todas las inhibiciones, los miedos y las preocupaciones que tan frecuentemente nos han agobiado, dispuestos, entonces, a enfrentar todo lo que nos depara la vida.

Muchas son las tradiciones que acompañan a la fiesta de Año Nuevo. Cuando residía en Venezuela, la iglesia a la que asistía con mi madre y mi hermana solía celebrar un culto pocos días antes del 31 de diciembre, en el que nuestros hermanos cristianos hacían público su testimonio de cómo habían sido bendecidos por Dios en el año por terminar y llenaban un pequeño corazón recortado en cartulina con sus propósitos para los meses siguientes.

Recuerdo haber llenado muchos de esos corazones, junto a mi familia, en la mañana del 31 de diciembre. Los poníamos como adornos en el árbol de Navidad, como símbolo de promesas por cumplir y de unidad.

Solía pedir por todas las cosas que ansiaba tener y con las que me comprometía sinceramente. Quería continuar obteniendo buenas calificaciones, no ver más desavenencias entre mis padres, publicar los libros que con tanto esfuerzo iba escribiendo y bajar ese par de kilos de más, algo con lo que todas las mujeres se comprometen. «En enero hago la dieta», solemos decir. Pero, amor con hambre no dura, dicen por ahí, y la fuerza de voluntad tampoco. Tan pronto tenemos enfrente un platillo suculento o un bocado de buen olor y buen ver, olvidamos nuestra preocupación por la celulitis, el rollito que se nos forma en el abdomen cuando nos sentamos y todos los tratamientos de belleza que nos llevarían a embutirnos en vestidos hermosos de talla pequeña para sentirnos importantes y deseadas.

Es muy humano poner por delante las cosas materiales. Anhelamos obtener mejores ingresos, alcanzar ese tan ansiado pináculo del mundo laboral, cambiar de automóvil, remodelar la casa y renovar el guardarropa, porque nos han inculcado que no sólo debemos ser, sino también parecer. El problema, sin embargo, es precisamente ese: nos enfocamos más en aparentar que en cultivar quiénes somos en realidad, por lo que irremediablemente nuestras promesas, como esa dieta que otrora prometimos seguir a cabalidad, quedan en el olvido. Y todo por posicionarnos en una sociedad cada vez más visual y menos espiritual, que da excesiva e innecesaria preponderancia a la marca de ropa que vestimos, el puesto de trabajo que ostentamos y los ceros en una cuenta bancaria.

No te fijes en su apariencia ni en su elevada estatura, pues yo lo he rechazado. No se trata de lo que el hombre ve; pues el hombre se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón. 1 Samuel 16:7.

¿Cuántas veces nos hemos olvidado de incluir nuestra relación con Dios en los propósitos de Año Nuevo? Sí, anhelamos cosas lindas, una vida mundana mucho mejor, brindar estabilidad a nuestras familias. Eso no está mal. El Señor no espera que vivamos en la precariedad. Pero, en el afán por acomodarnos, no podemos hacer a un lado los fines de la vida espiritual ni relegar al olvido las promesas que escasamente nos acordamos de escribir en ese corazón de cartulina, o de fijar en nuestras mentes uva con uva.

La vida en Cristo a la que nos hemos comprometido significa no sólo asistir frecuentemente al culto, cantar las alabanzas de rigor u ofrecer el diezmo. Eso es importante y forma parte de todo lo que Dios espera de nosotros, pero una verdadera relación con el padre también está cimentada en mejorar desde dentro. Así como usted espera remodelar su casa en este año nuevo, cambiar de auto u obtener un mejor beneficio económico, ¿se ha planteado cómo puede ser mejor para nuestro Señor? ¿A qué se ha comprometido con Dios?

No sólo debemos esperar que Dios nos dé cosas o nos facilite el camino para obtenerlas, sino que debemos demostrar con actos el amor que le profesamos.

En mi caso, tengo mucho que agradecer a Dios por lo que me dejó el año 2018. Con una maleta y un puñado de sueños, de la mano de mi esposo, mi padre y mi hijo, salí de la terrible crisis socioeconómica y política que vive Venezuela, con la finalidad de empezar de nuevo en este bello país, al que siento tan profundamente mío como la bella tierra de desierto, selva, nieve y volcán que me vio nacer.

Y no es sencillo dejar todo atrás, cruzar esa frontera, bajo el calor inclemente de San Antonio del Táchira, presentar papeles, hacer largas filas y abrirse paso casi a empujones, bajo la mirada a veces indolente de los soldados de ambos territorios.

La nostalgia se hace presente cuando recuerdo que he dejado atrás todo lo conocido, cuando estoy plenamente consciente de que allí crecí y me sembré. En Venezuela mi madre me dio a luz, ahí fui criada y recibí una educación completa; me enamoré, me casé y parí a mi hijo. Son muchos los recuerdos y los dolores del emigrante, más al saber lo que ya es de conocimiento mundial: el actual gobierno ha acabado con todo, negándonos, tal vez para siempre, las oportunidades a los venezolanos en nuestra propia tierra, nuestros derechos y la posibilidad de prosperar.

Precisamente por eso, como madre, esposa y mujer cristiana estoy en deuda con el Señor. El 2018 fue el año en el que Dios cumplió mucho de lo que había prometido para la vida de mi familia. Por su gracia, aquí, en esta hermosa nación hermana, he visto madurar lo que en mi país natal no pude siquiera germinar.

Está bien si nos hemos trazado propósitos materiales, pero debemos enfocarnos, asimismo, en ser mejores personas, con un corazón agradecido por todo lo que el Padre nos ha brindado. Todo esto me ha hecho pensar en mis compromisos con Dios, más allá de lo meramente material, y que hoy deseo compartir con usted. Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo. Jeremías 29:11.

1- Acercarnos más a Dios

¿Asiste a la iglesia con regularidad? ¿Se acuerda de orar? No olvidemos que el Señor siempre nos tiene presentes.

2- Confiar más

¿Se desespera y culpa a Dios cuando algo no le sale como esperaba? ¿Cuestiona al Señor cuando la vida le pone duras pruebas? Es muy fácil señalar, cuando tratar de entender al Padre es como esperar que una hormiga sepa de física nuclear. Si quiere estar más cerca de Dios, lea la Biblia, y no espere comprender por qué hace lo que hace.

3- Dejar de ver la paja del ojo ajeno

Chismes, cotilleos, murmuraciones… Son tan populares que hay quienes viven de eso. Es increíble lo rápida que es nuestra lengua para desatarse y correr cual caballo desbocado en contra de alguien más. Esto, sin embargo, nos conduce a ser menos humanos y más indolentes ante los motivos, los dolores y las razones del prójimo ¿Acaso usted se considera infalible? Yo no, y confieso que también he caído en este grave error. Hagámonos el propósito de que, al sentir la tentación de murmurar, cerrar la boca, ver a nuestro interior y en justicia decidir qué actitud debemos nosotros mismos cambiar, qué debemos dejar de hacer o qué debemos comenzar a hacer.

4- Generadores de cambio

Cada día me sorprendo más del mundo en el que vivimos, que es más permisivo con aquello que Dios no ve con buenos ojos. Las personas están tan concentradas en sus propios asuntos que hacen la vista gorda de las necesidades del prójimo. Pero, si queremos cambiar esto, debemos dar el primer paso ¿Qué podemos hacer este año para construir un mejor país, un mejor futuro y ser mejores ciudadanos?

5- Disfrutar la vida que Dios nos da

Es agradable todo lo que el mundo tiene para ofrecernos, lo que el dinero puede proporcionar. Pero, el dinero no puede ser el centro de nuestras vidas. Como dicen las Escrituras: “no se puede servir a dos señores”. Y si bien no está mal que ahorre, trabaje y se esfuerce, pensando en alcanzar estabilidad económica o procurarse a sí mismo los lujos y las comodidades que brindan unos cuantos ceros a la derecha, jamás hay que olvidarse de poner en primer lugar las cosas sencillas que Dios nos ofrece: el sol de un nuevo día, la salud de la que actualmente goza y que muchos desearían tener, y el amor de la familia, que es lo más importante y lo más valioso con lo que usted cuenta.

No olvide nunca que, si ha iniciado este año en compañía de sus seres queridos y cuenta con el amor de Dios, que es vivo y eficaz y más penetrante que toda espada de dos filos, entonces, usted, querido lector, está completo.  En este nuevo, comprometámonos con el Señor sin dejar de tener presente en todo momento cuánto nos ama Él y todo lo que ha hecho en pro de nuestra felicidad.

Por: Verushcka Herrera R. 

Foto: 123RF

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