Reflejo de su gloria

por Revista Hechos&Crónicas

Somos llamados a ser reflejo de Jesucristo, de su gloria, a que el mundo pueda ver a Jesucristo a través de nuestra propia vida. Cuando notamos que no estamos siendo instrumentos, es momento de limpiar el espejo y evaluar si nos estamos convirtiendo en espejismo.

Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu. 2 Corintios 3:18.

El diccionario de la Real Academia Española define la palabra espejo como una superficie lisa y pulida donde se reflejan los objetos. Pero para que un espejo pueda considerarse realmente bueno debe contar con cuatro virtudes:

Fidelidad. Refleja lo que tiene enfrente. No exagera virtudes ni las disminuye.

Integridad. Es de una sola pieza. No pueden ser pedacitos de varios espejos. No debe ser hecho de retazos. Un buen espejo es una pieza completa.

Inalterable. No cambia con el tiempo. Un buen espejo hecho en el siglo XV, y hoy sigue intacto. No cambia con el tiempo. No cambia dependiendo del lugar donde es puesto.

Puro. Se mantiene limpio, libre de suciedades e imperfecciones, de los gránulos, de los grumos, de las rayas.

Por su parte, el espejismo es un fenómeno óptico, típico de los países cálidos. Puede ocurrir que creamos ver cosas que son como si no fueran, o ver cosas que no son como si fueran. Hay que tener cuidado con los espejismos. Por ejemplo, una persona puede aparentar ser alguien y realmente no serlo. Puede parecer que tiene a Jesucristo en su corazón y sencillamente ser un simpatizante de su palabra.

¿Espejo o espejismo?

Hay tres puntos importantes en la vida de cada uno que determinan si somos espejo o espejismo:

  • Lo que soy
  • Lo que creo que soy
  • Lo que dejo ver de lo que soy

Son puntos diferentes, pero Jesucristo los conoce enteramente. Se puede confundir a quien está en el entorno, pero al no ser sinceros en las cosas de Dios, al no reflejarlo íntegramente, aún en las pruebas y en las tribulaciones puede confundir al otro, pero no a Él, él nos conoce.

Proverbios 27:19 dice: En el agua se refleja el rostro, y en el corazón se refleja la persona. Este versículo demuestra que no siempre el rostro, (la fachada exterior) concuerda con lo interior y Dios nos llama a que dejemos de aparentar lo que no somos.

Para ser realmente un reflejo de Su gloria, cada uno de nosotros debe preguntarse ¿quién soy cuando nadie me está viendo? Creer que “nadie me está viendo” es una utopía, Jesucristo sabe, Él está en todas partes, Él todo lo ve. Tu rostro puede ser un espejismo, pero tu corazón es el verdadero reflejo.

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