Bendición por partida doble

por Revista Hechos&Crónicas

“Se le hunde el costado derecho al respirar, el pediatra dice que lo llevemos a urgencias. ¡Vámonos!”. Fabián y Ana Lucía salieron corriendo a la clínica con sus dos hijos, Juan Sebastián y Juan Nicolás, que en ese momento tenían solo dos meses. El pánico se apoderó de ellos, habían escuchado historias terribles sobre bebés con dificultad respiratoria y ahora uno de sus mellizos parecía estar presentándola. El miedo no solamente venía por el amor natural que los padres tienen por sus hijos, sino por todo lo que tuvieron que pasar antes de tenerlos. Estos bebés son un  verdadero milagro.

En la clínica, la doctora que los atendió preguntó si eran mellizos por herencia familiar o por algún tratamiento de fertilidad. Los Ramírez Cuineme se habían realizado un tratamiento in-vitro.

Al conocer la historia, la doctora no pudo contener el llanto. El día anterior se había realizado por tercera vez un tratamiento in-vitro en la misma clínica, pero no le funcionó. Estaba muy desanimada, pues llevaba 10 años de casada (igual que Ana Lucía y Fabián) y el mismo tiempo buscando un bebé. Además, como Ana Lucía, tenía pérdida de una trompa de Falopio, así que les pidió que la esperaran, pues tenía muchos pacientes, pero quería seguir hablando con ellos.

A la hora le dieron de alta a Juan Sebastián.  Resulta que el bebé estaba sano y no tenía absolutamente nada. “Entonces entendimos que Dios quería que fuéramos allá para que habláramos con esa doctora”, cuenta Fabián.

Y es que la vida de Fabián y Ana Lucía es así. Han atravesado por duras situaciones. Fabián sobrevivió a la explosión de un libro-bomba y ahora son coordinadores del grupo Pazcificadores de Casa Sobre la Roca. A través de ese grupo, han tenido la oportunidad de impactar a diferentes personas con su testimonio sobre el amor, el perdón y la fidelidad de Dios.

Cuando se casaron, Dios le entregó a Fabián una palabra en la que le confirmaba que sería papá, sin embargo, con el tiempo las cosas comenzaron a complicarse. Tan pronto Fabián le propuso matrimonio a Ana Lucía, a ella le descubrieron un quiste en un ovario. A los seis meses lo perdió.

Luego tuvieron la oportunidad de comprar un apartamento y Dios les regaló una palabra que decía El hombre de bien deja herencia a sus nietos (Proverbios 13:22), pero aún no llegaba esa descendencia. A los dos años de casados vino su primera pérdida. Al hacerse la prueba de embarazo se llenaron de una ilusión que no duró mucho, pues se trataba de un embarazo ectópico (extrauterino) y Ana Lucía perdió una trompa de Falopio. Sin embargo, esto, lejos de separarlos, los unió mucho más.

Un año después, Ana Lucía leyó un versículo que decía que Ana iba a tener a Samuel, así que dijo: estoy embarazada. Yo me llamo Ana y voy a tener a Samuel. Fabián quedó impactado. Sin tener retraso se hizo la prueba de embarazo y salió positiva. Así que pensaron que este embarazo sí se daría, pues Dios les había dado incluso el nombre. Además, en una rifa, Fabián se ganó un cuadro para bebé. No tenían duda de que esta vez sí serían papás.

Sin embargo, al pasar los días les dijeron que había una complicación. El corazón del bebé no había aparecido aún y si lo hacía ahora, significaba que no se desarrolló adecuadamente, así que podría tener algún problema. Se preguntaban, ¿qué es peor, que salga el corazón y el bebé venga mal o que no salga y perderlo? Finalmente el corazón no salió y Ana Lucía tuvo que ser intervenida nuevamente.

Vino la crisis de fe… Fabián sintió que Dios se había burlado de ellos. Que tantas señales habían sido una burla a sus anhelos y a su dolor. Fue un tiempo muy duro. Ana Lucía quedó con el ovario derecho y la trompa izquierda, lo que parecía dificultar aún más sus probabilidades de tener hijos.

“Tomamos consejería para que nos orientaran sobre si un tratamiento de fertilidad iba en contra de la Palabra de Dios. Visitamos varias clínicas de fertilidad, averiguamos costos, nos cuestionamos si el matrimonio se iba a centrar en esto. No comprendíamos qué era lo que Dios quería de nosotros”, cuenta Ana Lucía.

Su ansiedad se sumaba a la presión de la familia y amigos. Incluso no faltaron los comentarios imprudentes de la gente: “Tú deberías analizarte espiritualmente. Fabián sí es muy espiritual, pero tú no tanto”, llegaron a decirle a Ana Lucía.

Pasó un tiempo, Ana Lucía hizo una especialización y decidieron olvidarse del tema. Adoptaron un perro, así que llegó Pinky a la familia, quien se convirtió en el hijo de cuatro patas.

A los siete años de casados, a Ana le descubrieron un mioma. Debieron abrirla nuevamente y descubrieron siete miomas del tamaño de una pelota de tenis que ocupaban el espacio que debería tener el bebé.

Después de pasar por diversos tratamientos y cuatro clínicas de fertilidad, por fin llegaron a una donde se sintieron cómodos. Pusieron el tema en ayuno y oración y la respuesta no tardó. En la iglesia les entregaron una reflexión del pastor Darío Silva-Silva sobre los tratamientos in-vitro, así que sintieron la confirmación de que era el tiempo de Dios.

Cuando quedaron en embarazo, decidieron vivirlo solos hasta confirmar que todo estuviera bien. No le contaron ni siquiera a los padres. Luego llegaron los latidos de dos corazones y la felicidad se apoderó de ellos. “Se me llenaron los ojos de lágrimas y grité: ¡son dos! Dios me puso en el corazón que debía fortalecer la fe de las parejas que estaban allá. Lo sentimos como un diploma de graduación porque ahí nos dijeron que era un embarazo totalmente normal y viable”, asegura Fabián.

Sintieron la inevitable duda, pero Dios los fortaleció con palabras y actos que incrementaban su fe. Incluso les confirmó que proveería todo lo necesario para los bebés.

El 4 de octubre de 2017 nacieron Juan Sebastián y Juan Nicolás a las 38 semanas de gestación. A pesar de haber sido una cesárea de emergencia por una falla en el hígado de Ana Lucía, los bebés nacieron en perfectas condiciones.  Dios les regaló una palabra en Lucas 1:13-17 sobre Juan, el nombre que comparten, sobre el propósito de los bebés.

Por ahora, Ana y Fabián continúan apoyando a diferentes parejas: “Dios nos ha permitido conocer parejas que están pasando por lo mismo para quitarles ese velo que tienen. Muchos creen que tienen una maldición generacional, un pecado oculto o que no son confiables para Dios y eso no es verdad. Nadie quiere hablar del tema, pero esto causa problemas reales en el matrimonio y grandes crisis de fe, pues aún quienes son maduros espiritualmente enfrentan desiertos por esta situación”.

Según el Instituto Nacional de Salud, dos de cada 10 parejas sufren de infertilidad y necesitan una voz de aliento, que les digan que no es su culpa, ni se trata de su madurez o de la cantidad de su fe, sino del propósito de Dios. Y para esto Dios les ha dado voz y experiencia a los esposos Ramírez Cuineme.

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