La gloria de Dios, la finalidad de la reforma protestante

por Editor

El lema de la Reforma Protestante tiene una versión larga y una corta. La versión corta hace referencia únicamente a tres “solas”: la sola fe, sola gracia y sola Escritura. La versión larga y completa contiene cinco, pues antepone a las anteriores solo Cristo y sola gloria de Dios.

Aunque aquí el orden en que se citen no altera el producto final, pues si bien todas están relacionadas entre sí, no hay entre ellas una clara conexión de causa que nos obligue a citar una primero que la otra. En este orden de ideas, la versión media es tal vez la más conocida y citada popularmente, la cual abarca cuatro solas: sola fe, sola gracia, sola Escritura y sola gloria de Dios. Vamos a detenernos hoy en la consideración de esta última: la gloria de Dios, que constituye el fin perseguido a través de todos los demás puntos que hemos venido exponiendo en relación con el lema de la Reforma.

Gloria divina y cultura humana

Así, pues, sola gloria de Dios se refiere, por una parte, a que el crédito en la salvación del hombre es por completo de Dios sin que el ser humano pueda jactarse de algo en el proceso, como si hubiera algún mérito de su parte en el asunto. En otras palabras, que en la salvación del hombre toda la gloria le corresponde a Dios y tan sólo a Él. Pero la frase sola gloria de Dios va más lejos que esto y significa también que la vida cristiana entera debe girar alrededor de la gloria de Dios, pues en último término esta vida no se trata de nosotros, sino de Él. No podría ser de otro modo, puesto que el único fundamento de la dignidad humana es la gloria divina, al punto que si negamos a Dios su gloria negamos también la dignidad humana. Ya lo dijo el teólogo R. C. Sproul: “Si no hay gloria divina, no hay dignidad humana”.

Por consiguiente, toda la actividad humana, es decir todo lo que llamamos “cultura”, debería girar de forma explícita o implícita y con una satisfactoria conciencia de ello alrededor de la gloria de Dios, puesto que la cultura no es más que obedecer la orden dada por Dios a Adán en el jardín del Edén de cultivar y cuidar los recursos de nuestro entorno y hacerlo para Su gloria y no para la nuestra. No por nada la palabra “gloria” proviene del hebreo chabod que significa, literalmente, algo sustancial o pesado. Es decir que la vida del hombre adquiere verdadero peso y sustancia –o si se prefiere: sentido, propósito, significado, brillo y consistencia− por referencia a Dios y su inherente gloria, peso o sustancia.

Gloria, humildad y servicio

Pero hay que precisar aquí que, de manera paradójica, la máxima revelación de la gloria de Dios en la historia humana se vislumbra a través del velo de la humillación  que caracterizó el paso por la tierra del Verbo o Hijo de Dios hecho hombre: “Y el Verbo se hizo hombre y  habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Juan 1:14. Por consiguiente, la gloria verdadera que perdura por sobre todo, es la que se obtiene en el camino de Cristo de la humillación y el servicio, dando de este modo cumplimiento a la declaración del apóstol: Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu. 2 Corintios 3:18.

Todo auténtico creyente en Cristo puede, entonces, dar fe de que entre más familiar, cercano e íntimo sea nuestro trato con Jesucristo más estaremos dispuestos a reconocer con creciente satisfacción que Él es el glorioso Señor del universo, uniéndonos al salmista cuando nos exhorta diciendo: Tributen al SEÑOR la gloria que merece su nombre; póstrense ante el SEÑOR en su santuario majestuoso”. Salmo 29:2. Y es que todos los seres humanos sin excepción poseemos un innato anhelo de gloria. Muchos creen poder alcanzarla  sobresaliendo en el deporte profesional, en la política, en el mundo del espectáculo, en el ámbito académico o en el destacado ejercicio de su profesión, cualquiera que sea. Pero aunque desde la perspectiva del hombre todas estas actividades propias de la cultura humana son legítimas y es por lo tanto lícito destacarse en ellas; desde la perspectiva de Dios todo esto por sí solo no constituye más que “la vanagloria de la vida”. 1 Juan 2:16 RVR.

Gloria y vanagloria

Así, la frase sola gloria de Dios significa también que la verdadera gloria solo puede obtenerse por referencia y participación en Aquel que la ostenta en sí mismo en grado sumo y por derecho propio: Jesucristo, Dios hecho hombre por nosotros. Por eso, todo aquel que se conforme con alcanzar la vanagloria de la vida se sorprenderá cuando Dios lo ponga en su balanza y anuncie el resultado en estos escalofriantes términos: ha sido puesto en la balanza, y no pesa lo que debería pesar. Daniel 5:27. Entre otras cosas, porque la gloria de Dios no admite comparación con nada terrenal, de donde lo meramente terrenal es paja sin peso llevada por el viento y cuyo destino final es ser estopa para el fuego. En contraste, la gloria de Dios es esplendor de luz verdadera y participación en la vida auténtica, la cual sólo se encuentra en Dios: En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Juan 1:4. Como lo dijo Alfonso Ropero: “La gloria del hombre consiste en ser luz y reflejo del ser divino… la participación en el ser mismo de Dios, que es nuestro ser más auténtico, lo más propio de nosotros mismos”.

Es tanto así que la Biblia nos revela que, para hacer lo correcto, debemos estar motivados por el amor a Dios, obedecer el mandamiento de Dios y hacerlo todo para su gloria: En conclusión… “háganlo todo para la gloria de Dios”. 1 Corintios 10:31. En cumplimento  de lo anterior, el creyente descubre que nuestro innato anhelo de gloria sólo se satisface participando de la gloria divina revelada en Cristo, comenzando por el hecho de que la gloria plena que un día podremos disfrutar se comienza a revelar aquí gracias a las gloriosas consolaciones que Dios nos da aún en medio del sufrimiento: Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. 2 Corintios 4:17.

En último término, la frase sola gloria de Dios significa que el creyente nunca se conformará con nada de lo que el mundo le pueda ofrecer, mirando incluso con actitud crítica, sospecha y justificada reserva la engañosa y efímera gloria que pueda alcanzar en este tiempo, recibiéndola con moderación y beneficio de inventario, consciente de que incluso los mejores y más grandes reconocimientos que el mundo tenga para ofrecerle en línea con la ética cristiana bíblica: … en nada se comparan… con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. (Romanos 8:18) en la consumación de los tiempos cuando Cristo regrese en todo su poder y gloria.

Por: Arturo Rojas, director de la Unidad Educativa Ibli Facter de la iglesia Casa Sobre la Roca, Bogotá.

Foto: 123RF

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