La promesa de un hogar tranquilo

por Editor

Para muchos, en el mundo actual, un hogar seguro es más un sueño que una realidad.

Miqueas 4:1-5 dice: En los últimos días, el monte del templo del Señor será puesto sobre la cumbre de las montañas y se erguirá por encima de las colinas. Entonces los pueblos marcharán hacia ella, y muchas naciones se acercarán, diciendo: «Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Dios mismo nos instruirá en sus caminos, y así andaremos en sus sendas». Porque de Sión viene la instrucción; de Jerusalén, la palabra del Señor. Dios mismo juzgará entre muchos pueblos, y administrará justicia a naciones poderosas y lejanas. Convertirán en azadones sus espadas, y en hoces sus lanzas. Ya no alzará su espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. Cada uno se sentará bajo su parra y su higuera; y nadie perturbará su solaz —el Señor Todopoderoso lo ha dicho—. Todos los pueblos marchan en nombre de sus dioses, pero nosotros marchamos en el nombre del Señor, en el nombre de nuestro Dios, desde ahora y para siempre.

75 millones. Esa es la cantidad de refugiados en el mundo hoy: personas que han tenido que dejar sus hogares por algún conflicto o persecución… la más alta que nunca. La Organización de las Naciones Unidas ha pedido a los líderes que reciban a los refugiados, para que todos los niños reciban educación, los adultos puedan trabajar y cada familia tenga un hogar.

El sueño de hacer hogares para los refugiados en crisis me recuerda una promesa que Dios le hizo a Judá cuando el ejército asirio amenazaba sus hogares. El Señor le encomendó al profeta Miqueas que le advirtiera al pueblo que perdería el templo y su amada Jerusalén.  Sin embargo, Dios también prometió un futuro hermoso.

Miqueas afirmó que, un día, Dios llamará a los pueblos del mundo a sí mismo. No habrá más violencia. Las armas de guerra se volverán herramientas de jardinería, y todo el que responda el llamado de Dios tendrá un hogar tranquilo y una vida productiva en su reino (4:3-4).

Para muchos, en el mundo actual, un hogar seguro es más un sueño que una realidad. Sin embargo, podemos confiar en la promesa de Dios de un hogar para los pueblos de todas las naciones, mientras esperamos, trabajamos y oramos para que esos hogares tranquilos se vuelvan una realidad.

Señor, trae paz a nuestro mundo y provee para las necesidades de tus hijos.

Dios promete a sus hijos un hogar tranquilo en su reino.

Por: Amy Peterson enseña y trabaja con el programa de Honores de la Universidad de Taylor. Ha hecho estudios en Literatura Inglesa en Texas A & M y una Maestría en Estudios Interculturales en el Wheaton College. Ha escrito para Books&Culture, The Millions, Christianity Today, The Other Journal, entre otros.

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