Autoconmiseración: el síndrome del “pobrecito yo”

por Editor

Existen personas que se quejan por todo, no están contentas con nada; se lamentan porque aseguran tener una vida demasiado dura y llena de infortunios. Para su subsistencia necesitan quejarse y mostrar a otros sus padecimientos. ¿Conoce a alguien así? O… ¿es usted uno de ellos? ¡Cuidado! No caiga en la trampa de la autoconmiseración.

Hace unos meses conocí a una mujer que tiene todas las comodidades: un buen trabajo, una familia que la quiere y al parecer, no tiene ningún problema de salud que la aqueje. El gran problema que noté en ella, fue su constante queja porque no ha encontrado al hombre de su vida y se siente sola. En nuestra conversación me decía muy triste que a sus 35 años el tren la había dejado, que Dios ha sido muy malo con ella y que iba a envejecer sola. Yo le decía que no creyera en esa mentira, le hablaba de esperar en Dios porque Él cumple los deseos de nuestro corazón. Algo que me impresionó fue cuando empezó a llorar a mares y decía: “Jennifer, tú eres otra que me dice que espere, pero es que fíjate: tú si te casaste joven, tienes hijos, eres linda y a mí nadie me pone cuidado. No entiendo por qué nadie me quiere si tengo todo, no soy fea… y si Dios no me da pronto un hombre, me voy a morir, ¡lo juro!”. En ese momento no aguanté más su desespero, le pedí que se calmara y le dije: “Si buscas a Dios y te enamoras de Él, te aseguro que encontrarás al hombre de tu vida, de lo contrario, seguirás lamentándote… y no te quejes más por favor, tú eres una mujer que conoce a Dios y es hora que restaures tu relación con Él”. Se calmó… y pidió que orara por ella. Cuando nos despedimos supe que debía escribir sobre este tema.

¿Qué es la autoconmiseración?

Según el Centro de Investigación de Trastornos de Personalidad de Cataluña, España, “es uno de los rasgos de personalidad frecuentes en ciertos padecimientos emocionales, se caracteriza por una actitud pesimista y un sentimiento constante de infortunio, una fuerte concentración en sí mismo y en todo lo que sucede a su alrededor siendo siempre el protagonista de la tragedia más grave sin considerar las que le rodean.

Este es un problema que lo padecen con frecuencia las personas que viven con depresión, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2015 afectó a más de 322 millones de personas, lo que equivale al 4,4% de la población mundial.

Un falso consuelo

La psicóloga Stella López, de la Universidad Javeriana, explica a Hechos&Crónicas que estas personas tienen el grave inconveniente de centrarse en ellos mismos. “Considero este problema como uno de los defectos más peligrosos que corroen la vida poco a poco y bloquea la parte afectiva y espiritual. Muchos utilizan la autoconmiseración para justificar adicciones como alcoholismo, consumo de drogas, pornografía, o malos comportamientos como peleas, autolesiones, infidelidades, etc. Casi siempre sacan a relucir las siguientes frases: -Estaba muy mal y terminé haciendo esto-, -por tu culpa actué así-”.

El Centro de Investigación de TP, también recalca que “la lástima es un sentimiento que hace que te identifiques con el problema. El todo me pasa a mí, el pobrecito yo, no puedo con esto, me voy a morir… hace que otros quieran ayudarte manejando tu vida, viéndote incapaz de hacerlo, o indefenso como un niño; por supuesto luego no te gustará que manejen tu vida, que opinan o que hagan cosas por ti y serán acusados de querer dominarte, cuando fuiste tú, con tu actitud, quien lo pidió a gritos… ese berrinche egoísta preparado para llamar la atención, termina siendo una espantosa causa generando un efecto de la misma índole”.

Es hora de superar el problema

Así como el robo, la mentira o el homicidio son pecados, la autoconmiseración  también está en la lista y es un enemigo del alma. Es importante decir BASTA, porque el lamento continuo y el autocompadecimiento, impiden el crecimiento en la fe e imposibilita cumplir la voluntad de Dios. “Confía en el Señor y haz el bien; establécete en la tierra y mantente fiel. Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará”. Salmo 37:3-5.

Es hora de liberarse, de entregar todo a Dios para salir de ese círculo vicioso que enferma y debilita. Tim LaHaye, en su libro Cómo vencer la depresión dice: “No esperemos que nuestro triunfo sobre la autoconmiseración se produzca como milagro de Dios sin nuestra cooperación. Muchos deprimidos aun después de admitir la causa de su depresión, quieren que Él les quite sus esquemas pensantes sin ningún esfuerzo por parte de ellos. Y en algunas ocasiones hemos visto gente enojada con Dios porque por medio de un milagro no los sustrajo de su mecanismo mental de autoncomiseración. Pero es que Dios no hace por nosotros lo que de acuerdo a su Palabra espera que hagamos nosotros mismos. Por el contrario nos exhorta a cooperar con el Espíritu Santo, que nos capacita para hacer todo lo que nos ordena.

La victoria sobre la autoconmiseración y, por ende, sobre la depresión, puede ser nuestra, como cristianos, pero siempre y cuando echemos mano de los recursos espirituales de una vida llena del Espíritu Santo”.

Características de la persona que se autoconmisera

– La raíz de todo es el miedo, no el egoísmo.

– Siente pena por sí mismo.

– Cree que no merece nada bueno.

– Habla de carencias internas, de necesidades no satisfechas en la infancia.

– Tienen temor a que a que las cosas “buenas” le sucedan.

– Se sumerge en su propia idea conflictiva de la vida.

– Se queja por todo y a toda hora.

– Le gusta mostrar su sufrimiento a otros.

– Generalmente sufre cuadros depresivos.

Por: Jennifer Barreto – jennifer.barreto@revistahyc.com

Foto: 123RF

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