Del amor y otros divorcios…

por Editor

Seguramente cuando a usted le mencionen la palabra divorcio afirmará con seguridad que dentro de su matrimonio ¡esa palabra no existe! Podrá responder, que su convicción sobre la trascendencia del matrimonio, lo han llevado a construir una visión única del matrimonio, en la cual su respeto y compromiso con lo que representa es inquebrantable.

Si es así, permítanos felicitarle, ha sabido usted apropiar los distintos conceptos sobre matrimonio del que habla el cristianismo.

Sin embargo, tal vez usted esté divorciado y no se haya dado cuenta. Tal vez, su matrimonio se haya convertido con el tiempo, en una bella fachada que le sirve en los distintos ámbitos sociales donde actúa, pero que en lo secreto e íntimo carece de brillo y pasión. Tal vez los años y/o las ocupaciones han creado abismos entre usted y su cónyuge, que hoy parecen infranqueables. Y si usted aún no está casado, tal vez pensará que, justo por eso, usted “sabiamente” ha tomado la decisión de no ser parte de este espectáculo.

Como todo fenómeno social, muchas veces, su negación sistemática ha sido el mejor terreno para su propagación. Negamos los efectos del alcohol y más personas comenzaron a consumirlo, negamos la penetración de la pornografía y más jóvenes y niños entraron en sus redes, negamos la realidad de muchos matrimonios fracturados y más matrimonios se terminan resquebrajando… Existe un fenómeno llamado divorcio emocional que muchos viven, pero del que nadie dice nada.

Lo primero que debemos decirle es: ¡No se afane! Este fenómeno es más común de lo que parece, usted y yo lo podemos experimentar, y es justamente nuestra conciencia activa lo que nos permitirá anticiparnos a su ocurrencia, corregir su presencia y al final transformar nuestra relación en pareja.

Hace algún tiempo, escuchamos un testimonio de cómo 15 años atrás un hombre le había sido infiel a su esposa. En la confesión jamás habló de infidelidad física o “affair”, habló de infidelidad emocional. Su historia nos permitió sentir las profundas heridas y consecuencias que un divorcio emocional puede acarrear. Lo que comenzó con simples confianzas otorgadas a terceros, culminó en un sisma al interior que por poco termina con su matrimonio. Paulatinamente fue permitiendo espacios de intimidad con otras personas que terminaron generando una profunda ruptura en su hogar.

Uno de los pilares de un buen matrimonio es la construcción de un espacio único de intimidad espiritual, emocional y física. En este espacio nos sentimos seguros, auténticos y confiados, y a este solo tienen acceso los esposos y Dios. Es justamente allí donde se configura el pilar central de todo hogar, y donde la promesa de Dios sobre el cordón de tres hilos (Dios, usted y su cónyuge) se materializa. Un divorcio emocional significa la ruptura inicial de este espacio íntimo. No tarda mucho tiempo entre el transcurrir de este y la ruptura espiritual y física de su hogar.

Los inicios del divorcio emocional son evidentes: ¿Disfruta más de la compañía de amigos(as) y compañero(as) que de su propio esposo(a) ¿En su círculo familiar concede espacios con mayor relevancia a sus padres, hermanos, primos que a su propio matrimonio? ¿Mantiene contacto con grupos de amigos que no son comunes con su pareja, y que además tienen una visión distinta al matrimonio de la que usted intenta construir? ¿Se casó sin haber realizado un proceso real de sanidad en su corazón? ¿Usa su trabajo como plataforma para conocer nuevas personas con propósitos distintos del marco profesional? En todos los casos una respuesta afirmativa, aunque relativa, constituye una alerta sobre el marco emocional de su vida y por ende de su matrimonio.

La desconexión es el siguiente paso. ¿Hace cuánto fue la última vez que le preguntó a su cónyuge cómo está? ¿Hace cuánto fue la última vez que salieron a tomarse un café a simplemente conversar o se dio a la tarea de sorprenderlo (la) con un detalle, mensaje o llamada? ¿Pierdes ahora la paciencia y el control cuando hablan de temas en los que no tienen consenso? ¿Comienzas a tomar pequeñas decisiones sin involucrar a tu pareja e incluso desestimas ahora su consejo? ¿Antes defendías a tu pareja ante otros y ahora no te importa? De alguna forma es como si el bienestar de su pareja dejase de ser una prioridad y simplemente se convirtiera en un compromiso más de los que implica un matrimonio. La comunicación se centrará a temas como: finanzas, hijos, eventos a los que deben asistir, y se perderá la capacidad maravillosa que tienen los esposos para ser amigos.

Finalmente, se despliega la decisión racional de levantar una coraza en sus emociones, sentimientos, el ya no vale la pena hablar o contar lo que sucede configurará en usted un engaño que terminará en su divorcio emocional. Todo el proceso puede tardar semanas, meses o años, lo cierto es que, si no lo detiene y cambia, su matrimonio engrosará la lista de matrimonios muertos en vida. Todo lo opuesto a lo que Dios espera.

El principio del cambio es una decisión que usted como persona debe tomar: póngase en manos de Dios, aún en aquellas áreas donde siempre se ha resistido a hacerlo. Un acto de reconocimiento ante Dios de nuestra fragilidad y de nuestros errores, le permitirá empezar a desarrollar el vínculo inexplicable de la guía del Espíritu Santo en su vida y matrimonio. Los tiempos de turbulencia y de pruebas son espacios ideales para abrir su corazón a Dios y permitirle actuar con libertad y soberanía en nuestras vidas. Su fe, espiritualidad y visión de la vida serán transformadas de manera revolucionaria. Su mejor salvaguarda es mantener una relación viva e íntima con Dios.

De este cambio interior, de su decisión de acercarse y disponerse a Dios, comenzará a emanar nuevos comportamientos y actitudes. El Espíritu Santo se encargará de advertirle en su corazón y mente, cuando los pasos o las intenciones que esté dando afecten su matrimonio. Se lo dirá cuando esté sentando almorzando, en medio de la llamada del teléfono o antes de mandar el mensaje por el chat. Su guía, junto con la luz que le da la Palabra de Dios y su oración, serán su primera línea de defensa para evitar un divorcio emocional. Verá como pronto aprenderá a relacionarse con los demás a través del amor de Dios. En nuestro caso, construir amistades comunes, mejor si son parejas casadas y de la iglesia, espacios para conocer los compañeros de trabajo de su esposo(a) y marcos consensuados de relacionamiento con la familia nos han sido muy útiles.

Tal vez le cueste, pero “aunque todo le sea permitido, no todo le conviene” (1 Corintios 10:23) a su matrimonio. Escoja bien los momentos, las personas con las que se rodee, los trabajos que desarrolle, porque todas estas cosas son de poca valía frente a lo que su matrimonio vale.

Muéstrele a su cónyuge lo que su corazón está experimentado. La presencia del Espíritu Santo en usted traerá claras manifestaciones de alegría, gozo, amor incondicional, paz… y no hay nada mejor que aprender a compartirlo con su pareja. Sonríale, háblele de sus sentimientos, cuéntele con detalles los quehaceres de sus días, viva con intensidad sus sueños, construyan sus proyectos y sobre todo cultiven el hábito de orarle a Dios juntos, como un solo ser espiritual. Lo que verá como reacción de su esposo(a) ¡simplemente lo sorprenderá!

Por: Angie y Wei Hung.

Foto: 123RF

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