Multiformidad & paraeclesiales

por Revista Hechos&Crónicas

La especialización propia de sociedades como la estadounidense se ha extendido a la iglesia evangélica; y por ello, hoy tenemos entidades paraeclesiales de crecimiento inmoderado que se ocupan del trabajo eclesiástico. Las iglesias, en forma cómoda, se dedican al servicio dominical y la consejería básica, y delegan en las aludidas empresas transnacionales sus propias responsabilidades para con la feligresía y la comunidad en general. Para ser justos, hay entidades paraeclesiales cuya acción resulta, inclusive, necesaria, por su alto grado de profesionalización. Esto ocurre, por ejemplo, con las asociaciones Billy Graham y Luis Palau.

No es fácil para las congregaciones diversificar sus labores, por ejemplo, hasta abarcar campos tales como la drogadicción, el homosexualismo, la prostitución, los enfermos de SIDA, las prisiones especializadas; o la impresión de la Biblia y su promoción en grupos de alto riesgo, etc. Resulta, en cambio, estorbosa la proliferación de ministerios que sustituyen o suplantan las labores básicas de toda iglesia bíblicamente organizada. Por su parte, las llamadas paraeclesiales tienen cada una su propia organización, cuerpo de doctrina, campo de acción y recolección de fondos que, en la práctica, las convierten en iglesias sin que lo sean oficialmente.

Está bien que exista un laicismo militante, pero no encaja en la iglesia genuina la creciente diversificación laical cuya filosofía se inspira en que cada creyente es un siervo de Dios. Y, por supuesto, esa idea es realmente esencialista; pero cuando se suelta de toda autoridad eclesial, conduce al anarquismo que hoy toma cuerpo al margen de la auténtica unidad cristiana. Algunas paraeclesiales son la equivalencia (¿o copia?) cristiana de las Organizaciones No Gubernamentales ONG, que se especializan en vocerías y trabajos comunitarios oficiosos; pero el llamado de la iglesia no es a realizar la obra de Dios con métodos seculares, sino la obra secular con los métodos de Dios.

La agenda cristiana de la nueva centuria: vitalismo, actualismo y solucionismo, deberá buscar equilibrio y balance. Las disyuntivas absolutas: arminianismo o calvinismo, escrituralismo o pentecontalismo, misticismo o pragmatismo, milenarismo o amilenarismo, exitismo o conformismo han sido divisionistas o, cuando menos, perturbadoras. Igual cosa sucede con las especializaciones: iglesia de profecía, iglesia de alabanza, iglesia de liberación, iglesia de sanidad, iglesia de restauración, etc. La iglesia debe ser multiactiva. Si no hay acuerdo en algunos asuntos (como evidentemente ocurrirá siempre) debe haber, siquiera, respeto y mutua tolerancia, en el entendido de que como muy bien lo dijo Pedro, la gracia de Dios es multiforme. No uniforme, subrayamos.

Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios, en sus diversas formas. 1 Pedro 4:10.

Sin duda, hemos tomado en préstamo ideas extrañas a las nuestras. ¿Por qué no hacer un intercambio enriquecedor entre nosotros mismos? Si practicáramos las esencialistas normas de conducta de la iglesia primitiva, seríamos cristianos prósperos y felices. Nos hemos enredado en tradiciones, religiones y denominaciones. Jesucristo nos hizo libres y, después, nosotros inventamos cadenas para atarnos. Si el Señor no viene antes, el nuevo siglo será un viaje de retorno de dos mil años hacia el futuro, para gloria del Señor.

No realicemos la obra de Dios con métodos seculares, sino la obra secular con los métodos de Dios.

Foto: David Bernal / Revista Hechos&Crónicas

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