Una potencia en potencia

por Editor

En medio de las fuerzas que hoy compiten por conquistar al orbe, Latinoamérica es territorio intermedio, como una Helvetia por donde todos buscan abrirse paso hacia el campo adversario.

Aquí se juega el futuro, y así lo avizoraron mentes selectas de antaño como Alexander von Humboldt.

El Oriente occidentalizado posee buen capital humano, pero carece de los recursos naturales que, junto con aquel, requiere un Canaán posmoderno. La teoría Gaia, perspectiva posmoderna muy panteísta, considera a la Tierra como una unidad biológica, de tal manera que la menor alteración de la vida en un sitio cualquiera, por recóndito que sea, origina reacciones en cadena que afectan a todo el conjunto planetario; y de ahí el creciente interés de la comunidad mundial por este continente, al cual, no en balde, José Eustasio Rivera llamó «Tierra de Promisión». Latinoamérica posee la mayor despensa de la biodiversidad y su espectro climatológico permite posibilidades inimaginables  al agropoder que la alimentación humana y animal demanda crecientemente.

Recientemente, el uruguayo Eduardo Galeano rectificó los planteamientos de su controversial libro Las venas abiertas de América Latina, que alcanzó altos récords de ventas, con el mea culpa de que sus fuentes de información eran falsas. Galeano describe una imagen mitológica del continente, como un ser desmayado entre dos aguas a causa de que Europa y Estados Unidos, cual vampiros, le han succionado la sangre desde el descubrimiento hasta hoy. Siguiendo esta onda, pudiera decirse que el cuerpo continental se baña en dos océanos. Enormes ríos son sus arterias. Los Andes forman su sistema nervioso. Sus cartílagos y músculos son volcanes y nevados. Su osamenta es, de oro, plata, cobre, estaño, esmeraldas, minerales sin número. Sus pulmones, la Amazonia. Su piel suave es de pampas y jardines… Pero, ¿cuál es su corazón?

La muerte de la Tierra puede no ser repentina bajo el diluvio atómico, sino dolorosamente lenta por una metástasis cancerosa de la erosión, un efisema pulmonar selvático, o una arteriosclerosis hidrológica. Y, por eso, el viejo planeta terminal que se resiste al Alzheimer, vuelve sus ojos velados de cataratas hacia esta esperanza final de supervivencia. El desafío mundial que Servan-Schreiber creyó ver levantarse durante los setenta en el país del sol naciente, se ha desvanecido. George Soros, promotor de la sociedad abierta, ofició en forma presurosa los funerales de la que él mismo llamó «muerte del modelo asiático», ocurrida a finales de los noventa.

Independientemente de lo que ocurra con los gigantes amarillos de Oriente, latinoamericanizar es un nuevo propósito planetario, con Colombia como eje, si consolida la paz. Somos, por así decirlo, una potencia en potencia, la potencia potencial, por más que ahora mismo algunos pretendan poner la máquina en reversa.

Más pronto que tarde, las murallas caerán  y esta será la tierra que fluye leche y miel. Y el Dios de la historia quiere formar un pueblo de sacerdotes y profetas aptos para enfrentar este glorioso desafío. Si hay unidad espiritual, habrá unidad social. La reevangelización de un mundo descristianizado partirá desde Latinoamérica, con Colombia a la vanguardia.

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