Libertad espiritual, es una elección

por Revista Hechos&Crónicas

Los seres humanos siempre estamos buscando nuestra libertad. Parece que es la mayor virtud que tenemos como personas y es un derecho fundamental contemplado de todo ser humano que enmarca principalmente su dignidad.

No hay nada más denigrante y doloroso para una persona que vivir con una libertad coartada. Jesús nos prometió libertad, pero no en los términos humanos que nos ofrecen libertad física, económica o política. La libertad que Jesús ofrece va más allá. El apóstol Pablo la experimentó incluso cuando estaba encarcelado.

Y es que después de que una persona acepta a Jesús como su Salvador, aunque su entorno no cambie por completo, realmente algo cambia en su interior porque Dios la convierte en una nueva persona. Lo hace verdaderamente libre. Sin embargo, muchos se reconocen como salvos, pero siguen viviendo como esclavos.

Para el reconocido pastor y predicador Charles Stanley, muchas personas no han entendido qué significa su libertad. Algunos creen que ser libres es poder hacer lo que quieren y no depender de nadie. “Pero las prisiones no son siempre edificios. Las personas pueden crear cárceles para sí mismas con muchas clases de pecados.  Sin embargo, Jesús fue a la cruz para comprar nuestra libertad”.

Muchos creen que esa libertad fue comprada en un acto único por una sola vez y que al volver a pecar se necesita una nueva liberación.  “Por tanto, oran una y otra vez para recibir al Señor Jesucristo, con la esperanza de que lleguen a ser lo suficientemente buenos como para no hacer nada malo. Pero la salvación no es una tarjeta para ‘librarnos del infierno’ hasta que cometamos otro pecado; por el contrario, el perdón de Cristo cubre los pecados pasados, presentes y futuros”, asegura Stanley.

Lo que ocurre realmente con el creyente es que deja de ver como atractivas esas tentaciones que antes le hacían caer, pues teme entristecer a su Señor. Según Stanley, “somos liberados para seguir adelante con el propósito de Dios y para tener el gozo que resulta de servirle. La libertad espiritual es una elección. Nuestros pecados son borrados, pero la tentación no es borrada. En vez de eso, el creyente decide continuamente estar crucificado a la maldad o, como dice el Señor Jesús: A tomar su cruz cada día, y seguirle (Lucas 9:23). La cruz no es una carga, sino más bien un símbolo de que somos libres y seguidores perdonados de Cristo”.

Libres, pero esclavos

Cuando analizamos el concepto de libertad espiritual en la Biblia, lo primero que choca con nuestro concepto humano es el hecho de que dejamos la esclavitud del pecado para hacernos esclavos de Cristo. Somos libres, pero esclavos.

Así lo asegura el apóstol Pablo en Romanos 6:16-18: ¿Acaso no saben ustedes que cuando se entregan a alguien para obedecerlo, son esclavos de aquel a quien obedecen? Claro que lo son, ya sea del pecado que lleva a la muerte o de la obediencia que lleva a la justicia. Pero gracias a Dios que, aunque antes eran esclavos del pecado, ya se han sometido de corazón a la enseñanza que les fue transmitida. En efecto, habiendo sido liberados del pecado, ahora son ustedes esclavos de la justicia.

Si somos esclavos del pecado, no nos podemos liberar a nosotros mismos, necesitamos a un Salvador. Y una vez que Él llega a nuestras vidas y somos libres del castigo del poder del pecado a través de la cruz, nos convertimos en una clase diferente de esclavos, y es en esa esclavitud que podemos encontrar la paz y la verdadera libertad.

Parece una contradicción, pero no es. Cristo nos dio libertad del pecado y de todas las ataduras que nos aquejan en este mundo. Ya no somos oprimidos, ni arrastramos el lastre de nuestros pecados. Ahora pertenecemos a quien nos compró por el más alto precio, conocemos la verdad y por eso somos libres.

Sin embargo, muchas veces olvidamos que Jesús ya pagó con su sangre nuestra libertad y buscamos nuevamente vivir como esclavos. No nos vemos como santos que ocasionalmente pecan, sino que nos damos vida de pecadores y recaemos en la esclavitud del pecado. Nos falta contundencia para entender que no dependemos de nosotros mismos, sino de quien nos dio libertad.

El reconocido autor Neil Anderson, escritor de más de sesenta libros y presidente emérito del ministerio Libertad en Cristo, asegura que “antes de recibir a Cristo, éramos esclavos del pecado. Ahora, debido a la obra de Cristo en la cruz, se quebrantó el poder que el pecado tenía sobre nosotros. Satanás no tiene ningún derecho de propiedad ni autoridad sobre nosotros. Es un enemigo derrotado, pero está comprometido a evitar que nos demos cuenta de eso. El padre de la mentira puede bloquear tu eficiencia como cristiano si logra engañarte para que creas que no eres más que un producto de tu pasado: sujeto al pecado, propenso al fracaso y controlado por tus hábitos”.

Esto significa que la libertad que Cristo te dio no será arrebatada (Ver Gálatas 5:1), vivirla depende de que resistas al enemigo y sueltes la esclavitud de vivir atado a sus mentiras, para creer la verdad que nos hace libres (Juan 8:32).

“Una vez que decidimos vivir libres en Cristo a través del arrepentimiento, genuino y la fe en Dios, viene el crecimiento. Comienza una nueva sed de la Palabra de Dios y sabemos quiénes somos en Cristo pues El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Romanos 8:16.

No permitas que la esclavitud siga dominando tu vida, ríndete ante Dios en obediencia y arrepentimiento y acepta la libertad que Cristo te ofrece hoy con su sangre. Eres libre, ¡bienvenido a la libertad!

Por: María Isabel Jaramillo – isabel.jaramillo@revistahyc.com  

Foto: Cristian Siallagan – Unsplash (Foto usada bajo licencia Creative Commons)

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