Amar como Dios ama, servir como Jesús sirve

por Revista Hechos&Crónicas

Mientras caminamos desde la niñez hacia la adultez, suelen pasar situaciones que nos marcan un camino.

Nos ayudan a crecer si tenemos la actitud correcta. O nos marcan en una angustia que puede arruinarnos la vida. La falta de amor y perdón, nos lleva a dejar de servir a los demás y nos encierra en una vida chata, sin sentido, sin situaciones extraordinarias, sin citas divinas, sin posibilidad de bendecir y ser bendecidos. Quizás una de los desafíos más intensos que sentí de parte de Dios es amar sin esperar nada a cambio. Es decir, amar como Dios nos ama. Servir como Jesús sirvió. Dando todo y recibiendo nada o lo peor de la humanidad.

A veces amar sin esperar nada a cambio es esperar la mitad de la vida para restaurar una situación de una vieja herida. Perdonar las borracheras del padre terrenal que lo traía a la casa entre llanto y violencia. Perdonar el desaire del esposo agotado, que no supo ver, que la esposa también necesitó un poco de paz y serenidad. Perdonar las ausencias, los desamores. Dejar en el ayer lo que ya no podemos remediar.

Cambiar de actitud hacia lo que viene por delante. Y entregarse a Jesús y a través de él a su pueblo, su iglesia, nuestro prójimo. ¡Servir! Amar como Dios ama es entregarlo todo. Él dio a su hijo Jesucristo. Lo mandó como cordero al matadero para que tú y yo gocemos de vida, y vida en abundancia. Servir como Jesús sirvió es dejarlo todo, aún olvidarse de la posición de hijo y morir como esclavo, por amor.

Santiago 1:19-2 nos hace reflexionar. Debemos dejar de lado el enojo que nos provoca una situación dolor o tristeza, que nos hace volvernos personas sin amor, sin pasión por Cristo. Y volcarnos a la reconciliación y restauración. Construir para la eternidad. Juntar para armar. Sanar para curar a otros.

Caminar los senderos del perdón y la restauración es una decisión de aceptar que el pasado no se puede cambiar, pero si mi actitud hacia él. Aceptar el desafío de que habrá cosas sin explicación y que habrá que tener tanto cuidado para no volver a lastimar a la otra persona, ni salir lastimados. Es tomar el coraje de enfrentar aquello feo de nuestras propias vidas y ver cómo Dios Padre, por medio de su Espíritu Santo, lo transforma. Lo hace nuevo. Es saber que no importan las viejas circunstancias, sino las que podemos generar de ahora en más, mirando la Cruz de Jesús. Y es ahí donde nuestra vida, primeramente, es transformada.

Cambia nuestra perspectiva. Cambian nuestras relaciones, aún aquellas que nos hicieron tanto daño en el pasado. Cambian nuestras relaciones actuales porque tomamos conciencia de cuidarlas de mejor manera. Cambia nuestra forma de adorar porque entendemos como Dios nos ama y perdona. Cambian las circunstancias. Cambian las historias. Y se comienza a gozar en la tierra un pedacito de cielo, de eternidad.

¡Te desafío a buscar amar como Dios ama y a servir como Jesús lo hizo! Verás un cambio de perspectiva interesante en tu vida que te llevará a un nuevo nivel espiritual. Recuerda los dichos de Santiago: “El que escucha la palabra, pero no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo y, después de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es”. No olvides de dónde te sacó Dios. No olvides las maravillas y milagros que viste de la mano de Jesús. Deja que el Espíritu Santo colme tu vida y la haga nueva cada día.

Por: Esteban Fernández. Presidente para América Latina de Bíblica Internacional Co. con sede en Miami, Fl.

Foto: David Bernal / Revista Hechos&Crónicas

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