Navidad a la luz de la luna

por Revista Hechos&Crónicas

Navidad ¡Oh dulce Navidad! Tarareando y caminando a la luz de la luna, viene a la memoria de “Cominito” como solía decirle amorosamente su padre, un grato recuerdo del pasado, lleno de gozo y emotividad. Aquel momento, por cierto, fue sin duda para la pequeña uno de los más hermosos e inolvidables de su infancia.

Sucedió aquel día, vísperas de Nochebuena. Cominito, estaba con su familia pasando las vacaciones de Navidad y fin de año en una pequeña finca cercana a la ciudad “La Lira”. Pese al clima frío, el encanto de la casa era de enmarcar, situada en una meseta, con anchos corredores en piedra, ventanas azules de madera, variedad de flores coloridas, enorme estufa de carbón e iluminada únicamente por la luz de las velas. La rodeada una mullida alfombra de verdes pastos, bañados por las aguas cristalinas de una pequeña quebrada sembrada a sus orillas con árboles frutales.

Aquella mañana muy temprano, una inesperada visita llegó, montado en su hermoso corcel negro, don Juan, con su cabello de color blanco, rostro afable, lleno de alegría y bondad, dueño de la hacienda “Casa Moderna” la más grande de los alrededores, ubicada montaña arriba a unos tres kilómetros de la casa.

Cominito recuerda que él solía invitarlos cada año a la celebración de la Navidad en la hermosa finca, a la que, a propósito, le encantaba ir cada vez que podía para disfrutar del paisaje y correr hacía el gran lago donde solía jugar con los pececillos multicolores y los renacuajos.

Al verlo, todos con curiosidad se preguntaron ¿por qué vendría a la casa tan temprano?

La repuesta no se hizo esperar, don Juan, se acercó a Cominito y a Lilly, su madre, y les dijo:

Este año celebraremos la Navidad en la región de manera diferente. Haremos una representación en vivo del recorrido que hizo José para inscribirse junto con María en Belén, la víspera del nacimiento del niño Jesús. Al ver la carita de felicidad de la pequeña, se inclinó un poco y le susurró al oído:

-Cominito, ¿Te gustaría participar en esta actividad?-

La niña sin pensarlo dos veces le contestó:

-Sí, nunca he actuado en ninguna obra, pero lo haré.-Los preparativos comenzaron de inmediato; se reunió todo el grupo de niños que participarían, junto con ella, se repartieron los textos con las escenas y personajes que tenían que caracterizar cada uno. El de Cominito narraba el evento más importante ocurrido en Jerusalén en vísperas de Navidad:

“También José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la Ciudad de David, para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta y, mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo. Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada”

Al leerlo se percató que con el personaje de María no tenía que memorizar ningún libreto, solo tenía que hacer el trayecto hacía la cima montada en un asno, entonces dijo:

-Yo nunca me he montado en un burro, ¡Esto no es nada fácil, es todo un reto para mí!.-

Contaban con poco tiempo para organizar toda la obra, memorizar los guiones, conseguir el vestuario adecuado, repasar el recorrido que se haría por el sendero cuesta arriba en  la oscuridad, conseguir el burro en el que viajaría Cominito, el cual tenía que ser muy manso y no tan alto para que pudiera montarlo sin temor a caerse o que la derribara.

-Ya estamos listos -exclamó Linda, la directora de la obra – podemos empezar.

Cominito, un tanto asustada se montó en el pollino, iniciaron el trayecto junto con José y los otros personajes de la obra. El camino tenía una hilera de árboles a lado y lado, se escuchaba a lo lejos el murmullo del río en medio de la noche, la luna llena los iluminaba con su hermoso resplandor junto con las estrellas y se podía percibir los cánticos de los grillos en medio de silencio.

Con alegría llegaron al primer punto programado de antemano, “La portería” de la gran hacienda, una casa pequeña pero acogedora. Luego cruzaron por el puente del río, siguieron por un camino destapado. La llegada a cada hospedaje fue emocionante. Muy atentos y a la expectativa los pequeños actores seguían su recorrido. La siguiente parada fue en el “Hogar de niñas huérfanas y desamparadas”. El recibimiento fue muy emotivo, las pequeñas los esperaban muy felices y arregladas para la ocasión, la penúltima parada “La complementaria”, colegio de las niñas del campo de los alrededores, allí las estudiantes muy alegres entonaron varios villancicos.

Cominito al ver a lo lejos en la oscuridad “el gran establo” de muy emocionada exclamó:

-Por fin llegamos –

Su techo era en teja de barro, piso relleno con piedras pequeñas y arcilla, olor fuerte a heno, allí dormitaban los caballos, las vacas y ovejas de don Juan. Cominito, se acomodó junto con José en el heno para descansar del recorrido y esperar la media noche, la hora del nacimiento:  del niño Jesús. Todos los invitados cantaron alegres villancicos, compartieron la cena navideña y celebraron el bello momento con gozo.

Cominito y su familia, no regresaron más a “La Lira”, ni volvieron a compartir las bellas Navidades a la luz de la luna en la hacienda de don Juan, pero aquel bello recuerdo quedó grabado para siempre en su mente y marcó un nuevo camino en su vida. A partir de ese momento, se encendió una de luz tan grande en su corazón por el pequeño niño llamado Jesús, que fue creciendo con los años, convirtiéndose así en el centro de su vida.

Cuento de navidad por Hilda Cristina López – forjatalentos@gmail.com

Foto: Katemangostar / Freepik (Foto usada bajo Licencia Creative Commons)

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